La libertad de expresión en América latina está sufriendo ataques sin precedentes, desde que casi todos los países de la región tienen gobiernos democráticos.
Venezuela, Ecuador y México encabezan la mayor intolerancia a la libertad de expresión. Las dos primeras por la radicalización de Hugo Chávez y Rafael Correa, y en territorio azteca por los cárteles de droga, que desde 2000 asesinaron a 49 periodistas, el último la semana pasada.
La amenaza de Chávez de cerrar Globovisión, el único medio crítico, desde 2007 cuando no renovó la licencia a RCTV y la bomba en el canal ecuatoriano Teleamazonas, son hechos resonantes, pero hay otras embestidas del totalitarismo: al escritor Mario Vargas Llosa y a otros invitados a un foro celebrado en Caracas les advirtieron no hacer "declaraciones políticas". En Bolivia Evo Morales está enfrentado con los medios locales y sólo recibe a los corresponsales extranjeros. En Nicaragua patotas del Frente Sandinista de Liberación Nacional atacaron al escritor Sergio Ramírez, que debió cancelar la presentación de su última novela. En Colombia la prensa es víctima de escuchas de funcionarios de Alvaro Uribe y en nuestro país sigue la descalificación a periodistas y medios por parte del Gobierno, junto al acoso fiscal y la arbitraria distribución de la publicidad.
Este cuadro es preocupante en una Latinoamérica mayoritariamente democrática, donde la libertad de expresión está garantizada en todas las constituciones, incluyendo la bolivariana. El absolutismo ideológico está destruyendo el Estado de derecho.
