«El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»


Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.» (Mc 4,26-34).

El nadador Gustavo Villareal.

La Palabra de Dios de hoy nos invita a meditar sobre el valor de una virtud que en esta sociedad competitiva y eficientista tiene mala prensa: la paciencia. Hay que volver a proponer el valor de la paciencia.  La hemos excluido gracias a una falsa campaña de desinformación e incluso de difamación. Se la ha juzgado “no idónea” para caminar al ritmo de la vida activa, acusada de retrasar la marcha, considerada incapaz de asegurar el éxito de una empresa, estando siempre disponible para firmar rendiciones humillantes. Se le ha llegado a negar el derecho de ciudadanía en el mundo de hoy porque se la confunde con otra cosa.  No debemos confundir la paciencia con la resignación. La paciencia no es la virtud que interviene para firmar la rendición. La paciencia nunca sale vencida, tiene el vicio de no reconocerse jamás derrotada. Sale infaliblemente con la cabeza alta, porque nada ni nadie es capaz de hacérsela bajar. Pensar en la paciencia no significa imaginar un rostro apagado, pálido, anémico, lastimero, maquillado por la resignación, entorpecido por el fatalismo.  La paciencia es humilde. Pero se trata de una humildad que no excluye la obstinación. Digamos la verdad. Muchos de nosotros, si tuviéramos que figurarnos la paciencia, no dudaríamos en representarla con los rasgos de la bisabuela lastimera, un poco asmática, y a lo mejor con barba. Nada más contrario a la verdad. Aclaremos que la paciencia no es la virtud de los viejos. El papel específico de la paciencia es, por el contrario, impedir el proceso de envejecimiento debido a la usura.  No tiene nada contra los ancianos, que le resultan muy simpáticos, desde los tiempos oscuros en los que aún no habían sido bautizados y denominados con esa expresión “de la tercera edad”.

Pero la paciencia no se resigna a la tarea de confortar a los viejos.  Demasiado poco para sus energías. La paciencia es sobre todo la virtud de los jóvenes, al menos de quien pretende ser joven.  La paciencia no se resigna a estar en los labios de los viejos, o sea, de esos individuos, y aquí la edad no cuenta, que, habiendo perdido por el camino los sueños, habiendo dejado apagar los ideales más audaces, habiendo apartado los proyectos más arriesgados, pretenden sustituirlos con la “santa paciencia”, que se convertiría así en la que lleva consuelo a los viudos, de esos que han celebrado los funerales de la esperanza.  La paciencia sirve para no dejar morir los sueños. Sin la colaboración de la paciencia, se desiste de la obra después del primer fracaso. Gustavo Villarreal es un hombre de 53 años y nadador desde los cinco. Tiene amputada la parte baja de su pierna izquierda. Su pasión por el agua comenzó a los cinco años en el Club Morón, donde su papá jugaba a las bochas. A los seis, ya estaba en carrera y competía con un equipo en la categoría de niños.  De más grande volvió a apostar por la natación, se recibió de guardavidas en la Municipalidad de Morón y trabajó en una pileta olímpica de Merlo. Al año siguiente, una tragedia lo obligó a abandonar todo, entre otras cosas, su sueño de abrir un taller mecánico para motos, un rubro que siempre le había gustado. Un conductor ebrio que, casualmente se desplazaba en moto, lo atropelló el 26 de abril de 1982. Tenía sólo 21 años. Ahora se prepara para cruzar a nado 70 km, de Rosario a Paraná, y no deja de cosechar triunfos.  Fue 1º en la categoría de nadadores con capacidades diferentes en torneos nacionales e internacionales. Entre 2007 y 2009, se consagró subcampeón en 100 metros mariposa en el Campeonato Argentino Máster de natación en San Luis y campeón argentino Máster de aguas abiertas. Son varios los argentinos con capacidades diferentes que encontraron en los traspiés de la vida una nueva manera de vivir. Tener paciencia no significa “todo es inútil, no hay nada que hacer”. No quiere decir “tenía que terminar así…”, sino “lo hermoso todavía no ha empezado”.  El hombre paciente acepta los retrasos, la oscuridad espesa, las contradicciones, los rechazos, las heridas.