La frase pertenece a San Agustín. Palabras cargadas de angustia, que repetía en sus predicaciones (García. J.J., "San Agustín y Nosotros, Editorial Universitaria UCCuyo, San Juan, 2022). La frase expresa la necesidad de no dilatar la conversión. Volver a casa, urge. Porque si bien la Misericordia de Dios es cierta, no tan cierto es el mañana. Nadie conoce ni el día ni la hora de su propio final (Mt. 24,36) Sólo sabemos que algunos nos precedieron.


LA CONVERSIÓN COMO PROCESO

La conversión moral de la que habla San Agustín, hace referencia a la acción de convertirse, lograr que una persona se transforme en algo distinto de lo que era. Y esa transformación no es un acontecimiento aislado, es un proceso que implica cambios fundamentales. Este cambio involucra renunciamientos. He aquí el primer escollo en este proceso, que nos permite entender por qué dejamos para mañana la conversión. Renunciar es soltar. Dejar ir, personas o situaciones que, bajo la apariencia de bien nos hacen, sin embargo, tanto mal. En ese sentido, siempre me ha preocupado más, el bien aparente o mal camuflado que el mal explícito. Sin un buen discernimiento moral, nos volvemos frágiles y vulnerables.


EL COMIENZO

Desde muy joven, me preguntaba sobre el comienzo u origen de este proceso. ¿Qué o quién lo inicia? Entendía la vida como algo pasajero y en eterno movimiento. Y la conversión moral en un punto, implica parar ese movimiento y cambiar de rumbo. Intuía que la causa del cambio debía estar fuera de las leyes del movimiento: todo lo que se mueve es movido por otro. Pero mi obstinado ateísmo de aquellos años, no me dejaban dar el salto a la fe. A los pocos años llegó Dios a mi vida y algunas preguntas encontraron respuesta. Claro que primero fue el encuentro y luego vinieron las respuestas.


De alguna manera, aquello que intuía se volvía cierto, con la certeza que da la fe. La conocida frase de San Agustín "cree para entender y entiende para creer", habla de cómo ese binomio creer-entender se exigen mutuamente. Y así creí- entendí que la conversión es un movimiento que inicia Dios a partir de su Misericordia. Esta Propiedad moral de la Voluntad divina, que es la Misericordia, no sólo es causa eficiente de la Conversión, sino fuente inagotable de un Amor paciente: "el mundo sufre, pero Dios sigue amando y perdonando a manos llenas" (Como se cita en García, JJ- "San Agustín y Nosotros, 2022, pág. 107).


UNA NUEVA ANTROPOLOGÍA DE LA MISERICORDIA

La imagen de Jesús cargando sobre sus hombros la oveja perdida, es la mejor metáfora, a mi entender, de lo que significa realmente el Amor de Dios. Una nueva antropología de la Misericordia se nos presenta cuando entendemos que Dios nos carga sobre sus hombros, no tanto porque hemos caído sino por la infelicidad que ello nos produce. Una antropología de la Misericordia que diferencia las debilidades morales, de la miseria o dolor que sufre quien pudiendo ser feliz, no lo es. Como dice el Padre García: "la miseria se padece, el pecado se elige" (op. cit. pág. 108).


De esta manera, sin disminuir la gravedad moral de la falta, Dios elige mirar la consecuencia de ella: la infelicidad. Dios carga con nuestros yerros, porque sabe que no somos felices. Conociéndonos tal cual somos, Él se quedó, sigue aquí, a pesar de nuestras negaciones y oscuridades. Por eso, La Cruz sigue siendo la cátedra silenciosa del Amor paciente de Dios.

Por Miryan Andujar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo