Un chiste mexicano dice que el presidente Donald Trump se ha convertido en el jefe de campaña del candidato populista de izquierda Andrés Manuel López Obrador, quien encabeza las encuestas para las elecciones presidenciales del 1 de julio.



A sabiendas o no, Trump le dio un espaldarazo a López Obrador el 13 de marzo, cuando visitó la frontera en el sur de California y dijo que "hay gente muy buena'' que se postulará para la presidencia de México, y "algunos otros que no son tan buenos''. Previsiblemente, algunos de los principales periódicos de México titularon al día siguiente: "Trump dice que algunos candidatos mexicanos no son tan buenos''. No era necesario ser politólogo para adivinar que Trump se estaba refiriendo a López Obrador.


Para López Obrador, ser tácitamente criticado por Trump fue una medalla de honor. Tras los repetidos insultos de Trump a México desde su campaña en 2015, declarando que la mayoría de los inmigrantes indocumentados mexicanos son "criminales'' y "violadores'', el presidente se ha convertido en uno de los líderes extranjeros menos populares en México.

El izquierdista Andrés Manuel López Obrador jura como candidato presidencial.

Según una encuesta del Pew Research Center, el 94% de los mexicanos se oponen al plan de Trump de construir un muro fronterizo, y solo el 5% apoya la política exterior de Trump. Y si critica a López Obrador por su nombre antes de las elecciones mexicanas, puede ayudar a que sea electo.


Incluso es posible que a Trump no le quite el sueño esa victoria. Vindicaría su narrativa de que México es un país hostil lleno de "bad hombres'', y que como lo citó en The Washington Post es un país "malcriado'' en prácticas comerciales.


Si López Obrador gana y cumple su promesa de responder con dureza a las diatribas de Trump contra México, Trump podría decirle a su base: "Ya ven, ya se los dije. México no es un país amigo''. Los dos líderes populistas se ayudarían mutuamente con sus respectivas bases políticas con una escalada de insultos mutuos. López Obrador ha declarado que respondería de forma más enérgica a los ataques verbales de Trump contra México de lo que lo hace el presidente Enrique Peña Nieto.


Los populistas viven de la confrontación. Necesitan un enemigo, real o imaginario, para energizar a sus bases, envolverse alrededor de la bandera y proclamarse salvadores de la patria. Además, tanto Trump como López Obrador tienden a usar la percepción de una amenaza extranjera como una excusa para acaparar mayores poderes. Y cuando no hay una amenaza extranjera, a menudo la inventan. Para Trump, es crucial tener a su base motivada, entre otras cosas para mantener la presión sobre los republicanos escépticos en el Congreso.


Una guerra de palabras entre los dos líderes populistas los ayudaría con sus respectivos electores, aunque sería desastroso para ambos países. Lo más probable es que Trump no llore por México si gana López Obrador.