Cuando, en otras épocas, el Adviento y la Cuaresma eran vividos por los cristianos como períodos de verdadera penitencia y austeridad -la Cuaresma especialmente- esos tiempos litúrgicos eran interrumpidos por dos domingos, respectivamente, el 'Gaudete'' y el 'Laetare'', durante los cuales cedía el rigor de la mortificación y se invitaba a recuperar la alegría. De todos modos, y a pesar de que el Adviento nunca alcanzó el nivel disciplinar de la Cuaresma, es evidente, por las lecturas que hoy escuchamos, que el tono de este domingo es predominantemente de alegría. Quizá quien más desentone en este clima de gozo que quiere crear la liturgia de hoy, sea la figura de Juan Bautista, a pesar de que, gracias a los esfuerzos de Lucas, hoy Juan se nos presenta no tan tremendo. Y es que Juan fue el continuador de aquella línea de profetas del Antiguo Testamento que, frente a los desórdenes y pecados de los hombres, amenazaban continuamente con la ira y el castigo de Dios. En realidad, los más antiguos profetas anunciaban estos castigos para el mismo Israel, si éste no se conservaba fiel a la Alianza, a la Ley. Pero, más tarde, siendo que el pueblo judío fue siempre un pueblo hostigado, invadido, conquistado, las amenazas de los profetas se volvieron cada vez más abundantemente contra los enemigos de Israel. Y, en realidad, esa era la conciencia expectante en los tiempos de Juan. En el 'día de Yahvé'', día pavoroso, de terror, serían aniquilados, por el fuego y por la espada, todos los enemigos de los judíos, y éstos, finalmente, reinarían y dominarían, no solo en su tierra, sino en todo el mundo. Es así, entonces, que estos anuncios eran terribles y antipáticos para los demás pueblos, pero ciertamente simpáticos para los judíos quienes, supuestamente, no serían tocados por estas puniciones. 

Adviento y Navidad, tiempo para meditar.

Juan termina por hacer antipático del todo el mensaje, aún a los judíos que se creían seguros y que ahora estupefactos le oyen decir: "¡raza de víboras!, ¿quién les dijo que van a escapar de la ira de Dios que se acerca solamente porque son hijos de Abrahán? El hacha ya está puesta en la raíz de los árboles...el que llega vendrá con fuego...tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y consumirá la paja en el fuego inextinguible. "Son las mismas imágenes tremebundas que utilizaban los antiguos profetas, pero que Juan ahora espeta a los mismísimos judíos y fariseos que creían estar asegurados al respecto: Y, así, Juan marca un claro giro que lo acerca al Nuevo Testamento. Porque ya no será la pertenencia racial o nacional a un pueblo o a una escuela o la adhesión a una serie de mitos o tabúes, la que protegerá de la ira venidera, sino una actitud ética, una respuesta de vida, una preparación interior, que él llama "conversión''.


La conversión consiste más en un estar atento, en un ponerse a la escucha, en un reconocer la propia miseria, en un abrirse a su perdón, que en un esfuerzo titánico por alcanzar no sé qué equilibrio aristotélico. La perfección del hombre no es tanto algo hacia donde 'nosotros'' vayamos, sino algo que viene a nosotros. ¡Adviento! ¡Alguien que viene! Y "que es más poderoso que yo'', que nosotros. -y aquí las palabras de Juan ya están interpretadas por el Lucas cristiano-. Y 'el que viene'' no nos bautizará con el agua de nuestras mediocres buenas obras, de nuestros ineficaces esfuerzos, de nuestros fallidos propósitos, sino con la fuerza de su Espíritu Santo y con el fuego. Fuego entendido ahora no como castigo, sino como el calor bullente que recorrerá nuestras venas y nos llevará, adrenalina y alas en los pies, a jugarnos todo por Dios y por los demás y conseguir así la prometida alegría. 


Juan no predica estrictamente antes de la Navidad. Pero Navidad de ninguna manera es la simple conmemoración del cumpleaños de Jesús. Adviento y Navidad quieren hacer meditar, especialmente en este tiempo, algo que ha de ser permanente en nuestra actitud cristiana: la Esperanza. La Esperanza a pesar de todos los males, de todos los sufrimientos, de todos los fracasos personales y nacionales. La Esperanza a pesar de nuestras debilidades y pecados. Porque la salvación no viene de nosotros: 'adviene'', llega, nos la trae Cristo. Y basta que nosotros, desde nuestra pequeñez, nos volvamos, nos convirtamos a Él, para que se apaguen en la lejanía las voces amenazantes de Juan; y para que el fuego del antiguo castigo se convierta en plenitud de luz y de alegría.