Es hora de comenzar a plantear la necesidad de revertir este fenómeno social en el que se encuentra sumida hoy la Argentina, una situación que pone en duda la vigencia de los valores éticos y morales.


La ciudadanía argentina no sólo necesita sino también desea despegar e integrarse cada vez más a un mundo totalmente globalizado que se dirige a niveles mejores y mayores de convivencia social, sociedades donde realmente se les presta atención y dedicación a los ciudadanos, cuidando de cada uno de sus componentes sociales en base a sus requerimientos personales o a sus elecciones de vida.


Hoy, en sociedades más avanzadas como es claramente la de Suecia, Noruega, Dinamarca, la misma Holanda, Japón, por nombrar algunas, el Estado se encarga de cada uno de los componentes de su sociedad, sus ciudadanos. Pero el encargarse de ellos no significa una intervención directa en cada ciudadano, todo lo contrario, el Estado como tal implementa los caminos y medios necesarios para el desarrollo libre de cada uno de ellos y sobre todo respetando sus concepciones ideológicas, religiosas, sexuales entre otras.


La Argentina un país que venía, a principios del siglo XX, siendo el mayor ejemplo de desarrollo en el contexto de las naciones latinoamericanas, vio interrumpido ese crecimiento, por el advenimiento de la incorporación de una nueva forma de llegar al poder, planteando que de simple estado administrador que éramos, pasemos a ser un estado con intervención directa en las necesidades de aquellos ciudadanos, que con sus limitados recursos, pretendían con su propio esfuerzo crecer en esta sociedad, en una época conservadora, pero con una clara tendencia a ser abierta al desarrollo de sus distintos estratos sociales. Esa intervención en la política argentina dio origen al "nacimiento del Estado paternalista".

"Es de vital importancia que recuperemos los valores perdidos para que así renazca nuestra amada república".

Desde mediados del siglo pasado, la intervención directa del Estado en los intereses y necesidades de los ciudadanos (al que denominaron "pueblo" -término que comienza a ser usado por aquellos que abrazaban el fascismo como ideología-) apuntan directamente hacia los estratos sociales más necesitados con un escaso y casi nulo desarrollo intelectual. Es en este punto donde se truncan las reales aspiraciones de las clases sociales más humildes ya que el intervencionismo directo del Estado viene a suplantarles sus legítimos anhelos y sueños de realización, comenzando así todo este proceso de degradación ético y moral. El mejor ejemplo que se puede dar es: "yo, como ciudadano de escasos recursos ¿para qué me voy a esforzar en ahorrar en tener una casa si el Estado me la regala?, ¿para qué me voy a esforzar en trabajar para pasar unas lindas fiestas si el Estado me brinda el pan dulce y el espumante?, etc...". Con todas estas malas consignas no sólo nace el Estado con intervención directa, sino también nace, "el gran drama argentino".


Este sistema que empezó a calar muy hondo en gran parte de nuestra sociedad y de aquellos que es más fácil entregar la dignidad por el facilísimo de que el estado les brinde todo, llevó indefectiblemente a lo que hoy como sociedad somos.


Es de vital importancia que recuperemos los valores perdidos para que así renazca nuestra amada República.


Sarmiento decía "todos los problemas, son problemas de educación" y en esa educación existe la ética y la moral que hacen grande a cualquier sociedad que quiera ser libre.


Sigo creyendo que con la democracia se come, se cura y se educa, pero con una verdadera república, ética y moralmente correcta, crecemos todos como sociedad.

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista