Actualmente a nivel mundial estamos viviendo duramente la dimensión de thánatos, de sombras. No quiero ser pesimista, pero hay conflictos, racismo, fundamentalismo produciendo incontables víctimas, ascensión del autoritarismo, del populismo, que son disfraces del despotismo. Como si todo esto fuese poco, estamos bajo la invasión de la Covid-19, fruto de errores humanos y -quizá en parte- de la sistemática agresión contra la naturaleza pensada sólo como "recurso" y no "casa" y del contraataque que ella está lanzando contra nosotros. 


En general, todos los caminos religiosos y espirituales dan centralidad al amor. No necesitamos referirnos a Jesús para quien el amor es todo o al texto de inigualable belleza de san Pablo en la 1ra Carta a los Corintios, en el capítulo 13: "el amor nunca acabará... en el presente permanecen estas tres, la fe, la esperanza y el amor, y la más excelente es el amor" (13,8-13).

James Watson y Francis Crick, quienes decodificaron en 1953 la doble hélice del código genético, expresaron: "El amor, ese impulso que nos hace cuidar del otro, fue lo que permitió nuestra supervivencia... Ese impulso, creo que salvaguardará nuestro futuro...".

Un texto muy antiguo, de 1441, viene al caso. Es el texto sobre el amor de la Imitación de Cristo, el libro más leído en la cristiandad después de la Biblia. ¿Lo leemos? "Gran cosa es el amor. Es un bien verdaderamente inestimable que por sí solo vuelve suave lo que es penoso y soporta sereno toda adversidad. Porque lleva la carga sin sentir el peso, torna lo amargo dulce y sabroso... El amor desea ser libre, y sin amarras que le impidan amar con totalidad. Nada más dulce que el amor, nada más fuerte, nada más sublime, nada más profundo, nada más delicioso, nada más perfecto o mejor en el cielo y en la tierra... Quien ama, vuela, corre, vive alegre, se siente liberado de todas las amarras. Da todo a todos y posee todo en todas las cosas, porque más allá de todas las cosas, descansa en el Sumo Bien del cual se derivan y proceden todos los bienes. No mira las dádivas, se eleva por encima de todos los bienes hasta aquel que los concede. El amor muchas veces no conoce límites pues su fuego interior supera toda medida. Es capaz de todo y realiza cosas que quien no ama no comprende; quien no ama se debilita y acaba cayendo. El amor vigila siempre y hasta duerme sin dormir..." (libro III, cap. 5).


En los momentos dolorosos que estamos viviendo, tenemos que rescatar lo más importante que nos humaniza y sana: el amor. Sin él nada de grande, de memorable ni de heroico ha sido construido en la historia. El amor hace que tantos médicos y médicas, enfermeros y enfermeras y todos los que trabajan contra la Covid-19, sacrifiquen sus vidas para salvar vidas, y por eso muchos de ellos acaban cayendo víctimas de la enfermedad. Ellos nos confirman la excelencia del amor incondicional. 


Testimonios de las ciencias de la vida, del arte y de la poesía refuerzan lo que proclaman las religiones. 


Consideremos lo que afirman los estudios sobre el proceso cosmogénico y de la nueva biología. Cada vez está más claro que el amor es un dato objetivo de la realidad global y cósmica, un evento bienaventurado del propio ser de las cosas, en las cuales nosotros estamos incluidos.


Hay que hacer del amor aquello que Dante Alighieri escribió al final de cada cántico de la Divina Comedia: "el amor que mueve el cielo y todas las estrellas".

Por el Pbro. Dr. José Juan García