Pilato llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?'' Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?'' Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?'' Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí'' Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?'' Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz'' (Jn 18,33-37).


La solemnidad de Cristo Rey, en cuanto a su institución, es bastante reciente. La estableció el Papa Pío XI en 1925 en respuesta a los regímenes políticos ateos y totalitarios que negaban los derechos de Dios y de la Iglesia. El clima del que nació la solemnidad es, por ejemplo, el de la revolución mexicana, cuando muchos cristianos afrontaron la muerte gritando hasta el último aliento: "Viva Cristo Rey''. Pero si la institución de la fiesta es reciente, no así su contenido y su idea central, que es en cambio antiquísima y nace, se puede decir, con el cristianismo. La frase "Cristo reina'' tiene su equivalente en la profesión de fe: "Jesús es el Señor'', que ocupa un puesto central en la predicación de los apóstoles.

Imagen que representa a Cristo Rey.


En el evangelio de hoy aparecen dos personas: Pilato y Jesús; uno frente al otro. Se trata de dos poderes opuestos. Pilato aparece circundado de legionarios armados y dependiente de sus miedos. Jesús, libre y desarmado, depende sólo de la confianza en su Padre. Un poder se funda en la verdad de las armas y de la fuerza; el otro sobre la fuerza de la verdad. ¿Quién de esos dos hombres es más libre y más hombre? Es libre quien depende sólo de aquello que ama; quien no sólo habla de la "verdad'' sino que la vive con coherencia, sin miedos ni máscaras. La realeza de Cristo, trasciende la dimensión puramente terrena y no se funda en la lógica del poder, sino en la del sacrificio. En efecto, mediante la exaltación en la Cruz, seguida por la elevación de la resurrección y por la glorificación a la diestra del Padre, Jesús se afirma como Rey del universo y Salvador del mundo. Él manifiesta su poder real precisamente, sobre el árbol de la Cruz: "Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí'' (Jn 12, 32).


Quisiera presentar el testimonio de un mártir durante la persecución mexicana contra los católicos, entre 1927 y 1928. Luis Magaña Servín nació en Arandas, Jalisco, el 24 de agosto de 1902. Fue un cristiano íntegro, esposo responsable y solícito; mantuvo sus convicciones cristianas sin negarlas, aun en tiempos de prueba y persecución. Fue miembro activo de la Asociación católica de la juventud mexicana y de la archicofradía de la Adoración nocturna del Santísimo Sacramento, en la parroquia de Arandas. Contrajo matrimonio con Elvira Camarena Méndez el día 6 de enero de 1926; tuvo dos hijos, Gilberto y María Luisa, que no conoció. El día 9 de febrero de 1928, un grupo de soldados del Ejército Federal, capitaneado por el general Miguel Zenón Martínez tomó la población de Arandas. De inmediato dispuso fueran capturados los católicos que simpatizaran con la resistencia activa en contra del Gobierno; uno de ellos fue Luis. Cuando llegaron a su domicilio, no pudieron aprehenderlo por haberse ocultado debidamente; fue reemplazado por su hermano menor. Al enterarse del acto, Luis se presentó ante el mismo general Martínez, solicitando la libertad de su hermano a cambio de la suya. Estas fueron sus palabras: "Yo nunca he sido rebelde cristero como ustedes me titulan, pero si de cristiano se me acusa, sí, lo soy, y si por eso debo ser ejecutado, bienvenido y en hora buena. ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!''. Sin mayores preámbulos, el militar decretó la muerte de Luis. Antes de ejecutarse la sentencia, en el atrio de la iglesia parroquial, Luis pidió la palabra: "Pelotón que me ha de ejecutar: quiero decirles que desde este momento quedan perdonados, y les prometo que al llegar ante la presencia de Dios será por los primeros que pediré''.


Como Jesús y los mártires, los cristianos estamos llamados a vivir la majestad en la humildad sin traicionar la verdad.