Un álbum sobre la mesa esperaba ser abierto para comenzar a desgranar historias. Años de amistad con los entrevistados generó un clima de confianza que atenuó en parte la dureza del relato. 


El hogar de José Nefa y María Raed, ubicado en calle Laprida pasando Av. Rioja, era uno de los más bulliciosos de la cuadra. Sus diez hijos llenaban de risas y cantos todo el recinto familiar. Pocos días atrás los Reyes Magos habían dejado los soñados juguetes junto a los zapatos cuidadosamente lustrados, el pasto y el agua para los sedientos camellos. 


El menor de los hijos, Carlitos, aquella calurosa tarde del 15 de enero de 1944 jugaba en casa de su vecino (hoy Dr. Nara). La consigna era dar una vuelta en triciclo por el fondo de la casa. Al final de la vuelta le tocaba al próximo y así sucesivamente. Cuando se desató el terremoto, Carlitos esperaba su turno bajo el techo de la galería. Ahí quedaron sepultados sus sueños infantiles y su fugaz inocencia de seis años de edad. 


Otros hijos de don José, los mayorcitos, paseaban por la plaza 25 de Mayo en la tradicional retreta de los sábados. Esto les salvó la vida. Algo similar ocurrió con otros hijos que realizaban mandados en almacenes del barrio o porque curioseaban desde la vereda un casamiento en casa de un vecino. Eduardo Nefa, uno de los hijos mayores, cumplía el servicio militar en Bariloche. 


Ocurrido el impiadoso terremoto, nuestro entrevistado junto a su hermana Dora corrieron hacia el fondo de la casa donde estaban sus padres. La casa se desplomó y atrapó a Raquel, una de las hijas adolescentes del matrimonio Nefa. Rescatada con vida por su padre, muere tras largas horas de agonía. Pasados los primeros momentos de la tragedia, José y María advirtieron que faltaba Carlitos. Tres días después el cuerpo sin vida del menor fue encontrado en la casa del vecino por un grupo de rescatistas e incinerado inmediatamente frente a su padre. 


Don José, enmudecido, anestesiado por el dolor, miraba sin ver lo que ocurría frente a sus ojos. Pasaron los años. Sobrepuestos a tanto dolor, el hogar de los Nefa supo legar a la sociedad sanjuanina verdaderos hombres y mujeres de bien.

Tristes recuerdos de aquella calurosa tarde del 15 de enero de 1944.