Diego Cabot, el periodista del diario La Nación que condujo el equipo que publicó el escándalo de los cuadernos de las coimas kirchneristas, decidió aportar a la Justicia toda la información que había recibido sabiendo que iba a tener que esperar un buen tiempo para publicar. Obviamente, estaba al tanto de que tenía en sus manos información que podía cambiar la historia del país. Ese -eterno- instante cuando alguien logra despojarse de su propia adrenalina y decide darle prioridad a la razón, ese pequeño escalón en la vida de cualquiera, suele ser clave. Eso aplica al periodismo y a cualquier otra actividad, por supuesto también a la política. En realidad, especialmente a la política. Los resultados electorales altamente positivos de ayer para el oficialismo ponen a prueba esa cualidad en el gobernador Sergio Uñac, por ejemplo, quién deberá tomar decisiones en muy poco tiempo, pero con los pies de plomo, porque un error en estos momentos le puede costar los años que invirtió en su carrera. El riesgo, está claro, lo da el vértigo de la altura que ha logrado y los pensamientos individualistas de quienes lo acompañan. Hay un escenario nacional que ofrece ventajas, pero Uñac debe tratarlo con respeto, sin sobresaltos. A su alrededor hay de todo: unos van en un fórmula uno y piden acelerar y otros ni siquiera arrancaron. La medida justa es el medio, que es un lugar difícil de encontrar y apto para pocos. Del otro lado del mostrador, en la oposición, el propio Marcelo Orrego defendió anoche su resultado como altamente positivo, fruto de una campaña con una estrategia de las más extrañas que haya contado la política sanjuanina. 


Uno de los rasgos más notorios del gobernador Uñac es su pragmatismo. No hay muchas más elementos que influyan el día a día del pocitano en la conducción institucional de la provincia. Podríamos discutir décadas y probablemente no nos pondríamos de acuerdo en si esa característica resulta al fin positiva para la función pública, aunque a la luz de los resultados de ayer, evidentemente los votantes lo han resuelto sin mayor discusión, ya que apoyaron de manera abrumadora al gobernador. El problema es que al pragmatismo los políticos y muchas otras personas suelen asociarlo a la temporalidad, es decir, a la rapidez con la que se toman las decisiones, aunque no es así: +El pragmatismo es una teoría filosófica según la cual el único medio de juzgar la verdad de una doctrina moral, social, religiosa o científica consiste en considerar sus efectos prácticos+, según la fría definición de diccionario. En criollo, es tomar decisiones pensando en sus consecuencias, más que en los elementos que cada uno tiene para tomarla. Al kirchnerismo le gustaba más la teoría, por ejemplo. El macrismo, en cambio, amagó al comienzo de gestión con mayor pragmatismo, aunque se equivocaron en nueve de cada diez decisiones que tomaron. Probablemente ese pragmatismo haya llevado al gobernador a tejer las internas en Rawson y Capital.


Fueron dos jugadas muy arriesgadas, que pudieron costar muy caro. Uñac lo sabía. En el caso del municipio aún comandado por Franco Aranda, las encuestas previas confirmaron lo que la calle ya había gritado: la peatonal le comió la carrera al jefe comunal. Algo extraño de desmenuzar, porque en realidad, hasta ese momento Aranda no había tenido traspiés importantes. Ojo, pasado este mal trago y corrigiendo algunas cosas internas, el exdeportista puede ser un elemento interesante. En el uñaquismo hay quienes lo critican, pero también están los otros. Hasta anoche había demostrado buenas intenciones, aunque para fijar una sentencia sobre su conducta, todavía falta bastante. 


Y lo de Rawson puede tener muchas lecturas. La primera, dicha anoche por un hombre de experiencia, es que nunca vieron venir la derrota, porque nada indicaba que iba a ocurrir. Ni tampoco calcularon lo sucio que podían jugar los Gioja, según textuales de ese dirigente y otros. Error.


La otra punta que deja esta elección es el resultado de Orrego. Buen gestor, joven, bien parecido, prolijo para las empatías con los votantes/vecinos y sin mayores manchas en el currículum, el actual intendente de Santa Lucía aparecía como un buen candidato, algo que se fue fluctuando con el tiempo. Su estrategia electoral fue al menos llamativa. Pocos medios, mucha red, pocas propuestas y ese ilegible viraje antimacrista que no solo le sacó presencia, si no que le dio imagen de indefinición. Habrá que ver como se encamina al resto de la contienda, pero anoche mismo dijo que estaba conforme. Deberá analizar que le fue peor que su rival en 18 de 19 departamentos, incluso en Rivadavia, donde milita su amigo Fabián Martín, de excelente elección municipal, pero pésimos números provinciales. Al cierre de esta edición, los números lo ponían sobre el 32 por ciento de los votos, más o menos el máximo histórico de su antecesor, Roberto Basualdo. Si Orrego quiere ser alguna vez gobernador de esta provincia, el número es bajo. Si él apunta a emular al senador, arrancó perfecto. Hay que ver aún cual es su horizonte.


En definitiva, terminó el primer tiempo con clara ventaja para Uñac, veremos cómo se desarrollan los hechos hasta el dos de junio y si a esa altura Uñac ha definido cual será su futuro. Todo con pies de plomo.