La Batalla de Tucumán, pintura de Francisco Fortuny (1865-1942).

El General Manuel Belgrano izó por primera vez nuestra bandera nacional, en febrero de 1812. A posterior el gobierno de Buenos Aires lo nombró General en Jefe del Ejército de Norte, con el objetivo de sofocar a las tropas realistas que ponían en jaque a las fuerzas patrióticas. Fue en el norte argentino donde el creador de la bandera logró los triunfos en las batallas de Tucumán y Salta. En relación al primero de los combates, se ha dicho que fue una de las victorias que sepultó a la tiranía. Más allá de esta aseveración, la gloria de Tucumán refleja el temperamento acometedor y voluntarioso de Belgrano. Para conseguir este triunfo tuvo que recomponer un ejército casi fantasmal, con pocas armas, desprovisto de víveres, socavado por una agotadora retirada y en un estado de abandono tremendo. En estas desfavorables circunstancias, Belgrano comenzó lentamente a reorganizar las tropas, insuflándoles nuevas energías y espíritu combativo. Esta conducta tiene doble mérito, pues como sabemos Belgrano no fue militar de carrera, pero actuó como si lo hubiera sido. Hizo aún más dificultosa esta tarea, el hecho de no contar con el sostén del gobierno porteño, el cual a último momento le ordenó de manera terminante abandonar el norte y dirigirse a Córdoba. Sin embargo, el general resistió tal medida, expresando que estaba decidido a presentar batalla, porqué el norte peligraba. Con inteligente presteza, estimuló al pueblo tucumano a sumarse a su empresa. Y es así que conquistó un inestimable apoyo, consiguiendo que antiguos caudillos de Tucumán inclinaran toda su influencia por la causa de la libertad. De esta manera surgió, bajo las órdenes de Juan Ramón Balcarce, la célebre caballería gaucha, que tuvo un papel determinante en el éxito de la empresa. Sigilosamente las tropas, se prepararon para enfrentar a un peligroso y profesional enemigo, al mando de Tristán. Mientras, el Triunvirato desde Buenos Aires, continuaba con sus desatinadas contraórdenes, que definitivamente que afortunadamente no fueron acatadas. El 24 de septiembre de 1812 se iniciaron las hostilidades. Aquella caballería gaucha, con su inconfundible indumentaria, provista de lanzas, boleadoras y largos cuchillos inspiró terror en las huestes enemigas. Dicen los historiadores que la batalla de Tucumán, fue un combate atípico, de acuerdo a los cánones militares, pero sobresalió el temple y la guapeza de los criollos. Días después, Belgrano logró que las fuerzas españolas se dispersaran rumbo a Salta, donde luego, nuevamente las enfrentaría. Se dicho de esta auténtica cruzada patriótica, que constituyó una desobediencia genial de Manuel Belgrano, pues gracias a ella se pudo conservar el norte argentino, para aquella naciente República. 

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia