El 15 de enero de 1944 un terremoto dejó en ruinas la ciudad de San Juan. Ese movimiento telúrico fue uno de los más intensos que registra la historia. Más de 10.000 muertos, cientos de heridos, centenares de casas de derrumbadas, y la economía de la región herida de muerte por largos años, fue el trágico saldo de aquel pavoroso sismo que, en fuerza y desastre, reconocía el antecedente del que desplomó a Mendoza en marzo de 1861.
Conocida la noticia recién algunas horas después de ocurrido el terremoto, se movilizaron de inmediato grupos de socorro, oficiales y privados. El Gobierno de Mendoza puso en campaña todos los cuadros de la administración pública, saliendo para San Juan, en la madrugada del 16, una imponente caravana de autos y camiones cargados de víveres, ropa, medicamentos y elementos de primeros auxilios. 48 horas después, el Presidente de la República, Coronel Pedro Ramírez, llegó a San Juan en un tren especial, que arrastraba veinte vagones cargados también con elementos de socorro.
Entre tanto era desolador el espectáculo que ofrecía la ciudad en ruinas. Pocas viviendas quedaban en pie. El cemento resistió perfectamente el remezón; pero los edificios públicos y privados construidos en adobe, habían caído o hallábanse en pésimas condiciones de estabilidad. La gente se aglutinaba en las calles llorando o suplicando. El único hospital de la ciudad no daba abasto para atender a los heridos. De entre los escombros surgían dolorosos ayes y voces de auxilio. Los muertos permanecían insepultos. El suministro de luz y energía hallábase cortado. El agua, rotas las principales cañerías, comenzaba a escasear. La Casa de Gobierno era ahora un montón de ladrillos y vigas. Los funcionarios hacían frente al calamitoso evento cobijados en una carpa de lona, levantada en el centro de la plaza principal.
Una presencia fraternal
En esos trágicos momentos, el Rotary hizo sentir su fraternal presencia. Todos los clubes de la República acudieron en auxilio de las víctimas. Numerosas asociaciones rotarias del exterior – de Chile en primer término- enviaron elementos de auxilio y contribuyeron a mitigar los efectos del desastre, remitiendo sumas de dinero al Club de San Juan. Pero fue el Rotary Club Mendoza el que primero llegó al lugar de la tragedia con sus hombres y socorro.
Presidía la entidad, por entonces, el Dr. Romelio Villalobos (médico), secundándole, en calidad de secretario del club, Con Renato della Santa. Ambos dinámicos, ejecutivos, militantes de primera magnitud en la acción rotaria.
Villalobos declaró a la institución en estado de emergencia, lo que ya habíase hecho en 1934, cuando el aluvión del Río Mendoza destruyó el poblado de Cacheuta.
Villalobos requirió de inmediato a los socios del club, colaboración en dinero y alimentos, reclamo que encontró en los miembros de la asociación unánime y favorable respuesta. Nómbrase "in límine” una comisión de auxilio integrada por facultativos de nuestro club y de los otros de la provincia. Nuestros socios Romelio Villalobos, Humberto J. Notti, Bernardo Ferreyra, Enrique Day, Pedro Ferreyra, Leonel J. Dodds y Bruno della Santa, salieron en auto para San Juan, a las 12 horas del 16 de enero.
"Desde el momento de nuestra llegada – nos contaba el Dr. Villalobos- nuestra actividad asistencial fue incesante. Pasamos en vela dos noches enteras. Estábamos muertos de cansancio, pero podía más en nosotros el amor y el servicio rotarios, que los ataques de la fatiga. Recién tres días más tarde nuestras tareas se aliviaron, cuando institucionalizaron su labor los otros grupos de auxilio.” Nuestros socios regresaron al terruño una semana más tarde, doloridos, flacos exhaustos, pero satisfechos de la ayuda fraternal prestada a las víctimas de San Juan.
El Hospital Central
Mientras aquellos amigos hacían lo suyo en la ciudad de Sarmiento, los rotarios mendocinos cooperaron en la iniciativa de habilitar el Hospital Central- soberbio edificio de ocho plantas, todavía en construcción- cuyas puertas se abrieron para hospedar a cientos y cientos de víctimas del terremoto. Debemos citar, entre los paladines de esta gestión, a Don Francisco J. Gabrielli y a Don Florentino Penn, ambos, aún, en ejercicio de membresía activa de nuestro club. Ellos influyeron ante el Interventor Federal, General Vargas Belmonte, y el Dr. Félix Aguinaga, Director General de Salubridad de la Provincia, para que se dictara el decreto de habilitación del hospital mendocino.
Así puso en vigencia el Rotary Club Mendoza, uno de los factores enaltecidos por el Rotary International "entregar a la comunidad, en tiempo, dinero, recursos y actos, dentro de límites posibles, la acción maravillosa de caridad y solidaridad, que soñó y creó Paul Percy Harris”.
*Artículo publicado en el libro vida, espíritu y proyección del rotary club mendoza a través de cincuenta años de su ministerio comunitario, mendoza, junio de 1977.
Una ruta tenebrosa
A partir de Jocolí la marcha se hizo lenta y peligrosa. Los vehículos debían orillar zanjas y pozos, que el sismo había abierto en la calzada. Las hendiduras arrojaban agua caliente y vapores sulfurosos. Los sacudones telúricos no cesaban. Un largo y horrible bramido venía desde la entraña de la tierra, sobrecogiendo el ánimo de cientos de viajeros, en tránsito en la zona del desastre.
Los rotarios arribaron a los aledaños de San Juan después de ocho horas de penosísima marcha, entregándose de inmediato a las tareas de asistencia. Todos, menos della Santa, eran médicos. El equipo había traído desde Mendoza, entre otras cosas, antisépticos, sulfamidas, vendas, algodón, alcohol e instrumentos de cirugía. Al botiquín de los rotarios mendocinos acudieron muchas veces los miembros de otras comisiones de asistencia.
Por Dr. Juan Ramón Guevara (Mendoza)
Transcripción: Arq. Norma B. Kalejman,
Rotary Club San Juan – Capital