Considerando la reciente recordación del ‘Día Internacional de la Mujer’ y el cercano festejo de nuestra independencia, cabe repasar los roles que desempeñaron las mujeres directa o indirectamente con este hecho o en las luchas por la libertad, recordando a aquellas que prácticamente no se las conoce o son anónimas, criollas hijas de españoles nacidas en América. Existen una serie de valiosas reflexiones expresadas por el autor de ‘La rebelión de las masas’, es decir por el sensible e ilustrado filósofo español José Ortega y Gasset. Se refiere concretamente a la mujer criolla, a ese mundo femenino latinoamericano, en particular al de Argentina, por quien sentía un entrañable aprecio. Decía, por ejemplo que ‘en la criolla se iniciaba un nuevo modo de ser mujer, de esa cosa tan temerariamente difícil que es ser mujer…’. Según el filósofo, la mujer criolla se inicia inmediatamente ya en las hijas que engendran aquí los conquistadores. Otro tópico significativo es que la Historia, decía el pensador, se ocupa usualmente de la mujer cuando posee cargos políticos importantes, es jefa guerrera, o se lanza a gobernar, pero no toma en cuenta otros aspectos, como es su papel ‘de mujer como mujer”. Además apunta que esta mujer ‘…es la espontaneidad misma (…) Siempre hará, pensará, dirá, lo que no es convencional, lo que no es aprendido, sino lo que asciende del fondo de su ser…’. Estos roles de la mujer, tan sutiles y valiosos, que actúan como soportes al mundo masculino, tuvieron significatividad en los largos procesos históricos iniciados al comenzar el Siglo XIX. Tomando como el ejemplo el noroeste argentino, en aquella Salta de Güemes, quien defendió como pocos estas tierras, nos encontramos con varios paradigmas. Cuenta Lucía Gálvez que en esta zona las mujeres ‘se adjudicaron la tarea de convencer a los oficiales criollos que militaban en el ejército enemigo para que se pasaran a las fuerzas patrias, como lo hizo Juana Moro de López con el marqués de Yavi. Otras se dedicaron al espionaje como Loreto Sánchez que contaba el número de soldados realistas con granos de maíz, y las lavanderas que escondían mensajes en los árboles o llevaban correspondencia, como María Petrona Arias…’. Retomando la egregia figura de don Martín Miguel de Güemes, nos encontramos con dos mujeres bravías, que tuvieron brillo propio: su hermana y esposa. La primera, ‘Machaca+ Güemes, fue llamada por el gauchaje ‘la mamita del pobrerío’. Siempre siguió a su hermano, dirigiendo el espionaje que hacíamos alusión, igualmente lo asistió en sus funciones públicas, actuando principalmente como intermediaria. Por supuesto que fue un excelente flete y arengaba a los gauchos salteños. La otra, esposa del caudillo, llamada Carmencita Puch, quizá la más bella salteña de la época perteneciente a la alta sociedad, también se desempeñó en roles relacionados con la empresa libertaria. Tenía apenas 18 años cuando contrajo matrimonio y desde entonces no se separó de Martín. No tuvo un protagonismo distante, pues antes de su primer embarazo acompañó a su marido a las campañas. Y en otros momentos cruciales, ella lo ayudó en diferentes tareas, socorriendo o aconsejando a la población cuando las arremetidas realistas eran inminentes e igualmente en tareas de ‘zapa’ o espionaje. Se cuenta que cuando Güemes fue herido mortalmente, en la larga y penosa agonía que sufrió, sus últimos pensamientos fueron para su amada esposa.
