El expresidente de la USR se encuentra radicado en España.

La siesta, jardín de casa, con un mate en medio, y el comienzo de una primavera diferente. Una rara mezcla de ilusión, color y angustia, en Miengo mi pueblo adoptivo en el Cantabrico, donde el norte peninsular muestra una España teñida de verde, tan bella como fría.

No son vacaciones, acaso el pago de mi cuenta pendiente y desde hace seis meses dándole el gusto a mi corazón, de vivir cerca de mis hijos y nietas. Una decisión de vida, camino de familia y con alto costo nostálgico de mi alma sanjuanina. El rugby y el deporte siempre muy cerca, y ahora más que nunca compañero de convicciones en esta dura lucha invisible.

De pronto, la realidad invade la ansiedad de todos. ¿Ciencia ficción, surrealismo? ¡De locos! Eso que a menudo se piensa que jamás ocurrirá, sucede en sensación de hipnosis. El mundo lucha contra un virus letal. Y lejos de casa, se llora.

Ansiedad, dolor, viso de compasión por los que sufren el designio de esta dramática pesadilla.

Diez días pasaron de la cuarentena, para una sociedad española que sabe de caos y también de euforia, intentando con solidaridad ciudadana responder seriamente a una situación limite que ahoga, asfixia, pagando la absurda incredulidad que golpeó a Italia y otros países de Europa y América.

El coronavirus avanza sin piedad en Madrid, Barcelona y País Vasco. El terror de muerte hace temblar a todos, creyentes o no. Mientras, los abuelos pagan el precio a su inocente dependencia y responsabilidad del Estado. Se buscan culpables en la política de turno.

Vemos animales salvajes caminando por las calles ibéricas o peces en canales italianos. La naturaleza del planeta da gracias al crédito de vida sin ruidos ni contaminación ambiental. Y en el centro de la escena, hombres y mujeres profesionales de la salud y seguridad entregan sus vidas solidarias al corazón de un país herido en su esencia más pura, como verdaderos héroes, desatando el nudo que la política del planeta no puede, no sabe o no quiere.

Muerdo la bombilla y siento que el mañana no será igual. Porque seguro, ¡la humanidad golpeará la mesa! Se impone un antes y un después de esta pandemia que no entiende de raza, ni credo ni idioma. Sufrimiento, dolor... y mucho por aprender, en todos los ámbitos de estructuras sociales, políticas y económicas.

¡A cuidarnos San Juan!

#QuedateEnCasa

Todo Pasará. ¡Mucha fe, Dios nos cuida!

¡Vamos a estar bien!

¡Te quiero Argentina!

Por Guillermo Quevedo - Profesor de Educación Física y periodista