Los hasta ahora 21 millones de litros de vino importados desde Chile a San Juan (son más de 50 millones en total), están dando mucho que hablar y no es para menos. La industria vitivinícola ya está en jaque por otros varios factores, a los que ahora se suman los caldos chilenos ingresados con un porcentaje de agua (su legislación permite un 7 %), cosa que está absolutamente prohibida en el país.

Es más, el Instituto Nacional de Vitivinicultura -INV-, cuenta con aparatología de última generación que detecta la presencia de agua, y en caso de determinarlo el establecimiento es penado por la ley. Lamentablemente si el país de procedencia de un vino lo permite, está vedado por los acuerdos internacionales para ser sancionado o no envasado. Es un vino que viene de acuerdo con la legislación vigente en su país. Ahora bien, citado el contexto, ¿es posible determinar a través de nuestros sentidos si es así?. Es muy difícil. Esto corre por cuenta de la responsabilidad empresaria.

Si nos acotamos a los vinos procedentes de Chile, obligatoriamente debe decir ‘Origen Chile‘ en su contraetiqueta. Pero puntualmente desde lo sensorial no podemos asegurar a ciencia cierta que un vino que tenga bajo color pueda tener agua. Para nada, ya que esto depende del terruño, de la variedad, entre otros factores. Claro que en San Juan estamos bien acostumbrados a tener vinos tintos con fuertes rojos, guindas, violáceos, entre otras tonalidades oscuras, y en blancos unos amarillos dorados que dan gusto.

En nariz podrán ser menos aromáticos, no se percibirán aromas intensos que coincidan plenamente con los de algún varietal. Seguro que sí, pero también hay vinos menos intensos a nivel olfativo que no contienen agua.

En boca podrán tener menos estructura, y no dejarán esa sensación intensa, carnosa de los vinos que tenemos en San Juan, pero hay muchos vinos que no tienen esas características por diferentes motivos que en son vinculados en forma directa a la calidad. Simplemente son más sencillos y no por ello tienen agua. Todo depende de la materia prima y tipo de elaboración.

Se sabe que estos caldos irán a parar a franjas más económicas que quizá no pasen los 30 pesos, siempre hablando de los vinos chilenos.

En definitiva, sólo se puede apelar a la sensatez empresaria, al respeto por los consumidores. Lo que sí podemos saber es que los vinos argentinos no pueden -por ley- tener agregado de agua, y que el INV es el responsable de realizar los controles para que así sea. A la par controla que estos caldos no sean cortados con vino nacional. Lamentablemente lo que viene de afuera debe ser envasado de acuerdo a las normas del país de origen.