Panorama. A medida que uno se aleja de la Capital abundan las casas de familia que ofrecen pan y semitas elaborados en el propio hogar.


Uno de los efectos de la crisis es que muchos de lo que perdieron el empleo o también como una opción para mejorar los ingresos de la familia deciden amasar en su propio horno de barro y vender pan casero, semitas y tortitas. Pero el fenómeno, que se da en muchos barrios de la provincia, tiene un efecto negativo y es lo que tiene preocupados a los industriales panaderos. Se trata de que esa venta informal, que tiene costos muchos más bajos porque no se paga personal, impuestos ni por el mantenimiento de los locales, ha hecho caer las ventas de los comercios alrededor de un 30% con respecto al año pasado. El dato salió de la Cámara Gremial de Industriales Panaderos y coincide con una consulta en 5 locales del rubro ubicados en distintos puntos de San Juan. Por eso ahora piden que el Gobierno provincial también controle a ese sector para que puedan seguir funcionando.
No hay datos oficiales de la cantidad de personas que trabajan en la elaboración casera del pan y las semitas, pero basta recorrer cualquier barrio de la provincia para encontrarse con algún vendedor ofreciendo el producto, mientras que a medida que uno de aleja del radio céntrico crece la cantidad de puntos de venta en los propios domicilios de sus elaboradores. En el caso de las panaderías, hay unas 20 sólo en el radio céntrico, según datos de la Cámara Gremial de Industriales Panaderos, que preside Manuel Rodríguez. Sobre la situación que vive el sector el dirigente, quien también es propietario de la cadena Mauri, sostuvo que “en cada esquina hay un vendedor de pan y mientras nosotros tenemos que pagar impuestos, luz, gas, el personal y hasta mantener los uniformes limpios, ellos no tienen esos controles”.


Por eso en el sector entienden que para poder competir en igualdad de condiciones el Gobierno provincial tendría que hacer los controles a todos por igual.


Alfredo Cerdera Ramírez, de la panadería La Espiga, sobre calle Mendoza, coincidió con la baja de las ventas y manifestó su preocupación por el fuerte incremento de los servicios. Por ejemplo mencionó que mientras por su local el año pasado pagaba 4.000 pesos mensuales de luz, ahora la boleta trepó a los 12.000 pesos. Y con él coincidió Enrique Cerdera, que también trabaja en el rubro.


Hugo Bueno, de la panadería San Nicolás, de Caucete, explicó que la mayoría de las panaderías chicas, que ni siquiera tienen venta directa al público, sino que tienen sistemas de distribución, no están en regla y el personal está en negro. “Así es difícil competir en igualdad de condiciones”, dijo el comerciante.


En la Panadería América, ubicada frente a la Escuela Antonio Torres, Daniel Albarracín dijo que la competencia de los panaderos con elaboración casera no los afecta tanto en la Capital, sino que se da más en los barrios del Gran San Juan y sobre todo en los departamentos del interior.


El precio sugerido desde la cámara del sector para el kilo de pan es de 60 pesos y representa una suba del ciento por ciento frente a esta misma época del año pasado, cuando el kilo se comercializaba a 30 pesos. La docena de facturas está en los 120 pesos y las tortitas a 5,50 pesos por unidad. En cualquier almacén de barrio, se puede conseguir el kilo de pan a 30 pesos, las facturas entre 80 a 100 pesos y las tortitas entre 3 y 4 pesos. Los precios dependen de los costos de producción.

Harinas

El principal insumo en la elaboración del pan ha tenido fuertes aumentos en el último año. Rodríguez, de Mauri, dijo que mientras el año pasado costaba alrededor de 300 pesos la bolsa de 50 kilos este año trepó a los 1.000 pesos. Pero aclaró que esa suba no se puede trasladar a los precios porque caerían las ventas aún más.