Fue el 24 de noviembre de 2011 cuando se firmó el decreto presidencial que declaró al Vino como la bebida nacional. Esta declaración es un reconocimiento al valor cultural que tiene el vino y la vitivinicultura y a su rol en la identidad de los argentinos.

La vitivinicultura es considerada la primera industria nacional, así lo afirma Felipe Pigna en su libro “Al gran pueblo argentino, salud!”.

Además, en ese primer decreto se reconoce al vino como un alimento que forma parte de nuestra dieta mediterránea. Son muchos los estudios, en todo el mundo, que demuestran la capacidad antioxidante de los vinos. En Argentina, se hizo una investigación con la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Cuyo, el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) y la Universidad de Glasgow (Escocia) que probó que los vinos argentinos tienen una muy alta concentración de sustancias antioxidantes, en comparación con vinos de otros países.

Qué significa “antioxidantes”: en pocas palabras, sus sustancias presentes en el vino –aunque no sólo en el vino- que retardan el envejecimiento de las células y con esto, retardan su oxidación y la posibilidad de que aparezcan enfermedades cardiovasculares. Estos beneficios del vino se dan siempre en el marco de un consumo moderado.

En 2013, este decreto de declaración del Vino como la “Bebida Nacional” se ratificó en el Congreso, por unanimidad y con fuerza de ley nacional.