Con dos años por delante para la actual gestión de gobierno, la Argentina inicia una nueva etapa política y económica que requiere de realismo, responsabilidad y consensos. El Gobierno nacional, junto a las provincias, tiene ante sí la tarea de encarar los grandes desafíos estructurales que condicionan el desarrollo del país, en base a estabilizar la economía, reducir la pobreza y fortalecer la cohesión social. No se trata solo de administrar el presente, sino de diseñar un horizonte de crecimiento sustentable que devuelva previsibilidad a los ciudadanos y a los sectores productivos.
El desafío económico sigue siendo el más urgente. La inflación continúa erosionando los ingresos de las familias y debilitando la competitividad del sector privado. Para revertir esta tendencia, será esencial definir un rumbo claro respecto del tipo de cambio, las tasas de interés y la acumulación de reservas, al tiempo que se fomente la inversión productiva. La estabilidad macroeconómica debe ser el punto de partida para generar empleo formal, ampliar la base exportadora y atraer capitales que apuesten por el país.
En paralelo, el Estado nacional deberá reforzar la coordinación con las provincias, en particular frente a las recurrentes tensiones por temas vinculados a la relación Nación-provincias. La construcción de un federalismo real implica integrar el territorio, reducir las asimetrías regionales y garantizar igualdad de oportunidades para los argentinos sin importar su lugar de residencia.
Los problemas sociales exigen también una atención prioritaria. Reducir la pobreza y la desigualdad no puede depender exclusivamente de programas asistenciales, sino del fortalecimiento del empleo privado, la mejora de las condiciones laborales y la recuperación del poder adquisitivo. La educación, la salud pública y la infraestructura básica -especialmente en agua y saneamiento- son pilares sobre los que se construye un país más justo.
En este camino, la sostenibilidad debe ocupar un lugar central. La transición energética, el desarrollo tecnológico y la digitalización de la industria son oportunidades concretas para modernizar la economía, generar empleo calificado y avanzar hacia un modelo ambientalmente responsable.
La nueva etapa de gobierno abre, por tanto, un espacio decisivo: el de construir un futuro común basado en la estabilidad, la inversión y la inclusión. Solo con un Estado eficiente, una economía dinámica y una sociedad cohesionada, la Argentina podrá consolidar el desarrollo que tanto necesita y merece.
