El ingreso a la Cámara de Diputados del proyecto de ley que propone la prohibición total de la pirotecnia sonora en San Juan abre un debate tan necesario como urgente. Se trata de una iniciativa que busca poner fin a una costumbre arraigada, pero con consecuencias cada vez más evidentes para la salud, el bienestar animal y la seguridad pública.

El texto legislativo plantea la creación del Programa Cero Pirotecnia, destinado a erradicar el uso y la comercialización de productos explosivos que generen ruidos intensos. De aprobarse, quienes fabriquen, vendan o utilicen pirotecnia sonora podrían enfrentar multas, clausuras, inhabilitaciones e incluso arresto, según la gravedad de la infracción. Más que una medida punitiva, la propuesta representa un cambio cultural que busca concientizar sobre el daño que provoca una práctica considerada por muchos como inofensiva o tradicional.

En realidad, la pirotecnia sonora afecta gravemente a personas con hipersensibilidad auditiva, como niños con trastornos del espectro autista, adultos mayores o pacientes con cuadros neurológicos. Los estruendos también generan un enorme sufrimiento en animales domésticos y silvestres, que padecen miedo, desorientación y hasta lesiones por el impacto del ruido. A ello se suman los riesgos de incendios, heridas y accidentes domésticos, que cada fin de año se repiten con lamentable regularidad.

El desafío que enfrenta la Legislatura sanjuanina no es menor. Implica regular una práctica de larga data, asociada a celebraciones populares y religiosas. Sin embargo, cada vez más provincias y municipios del país han dado este paso, impulsados por una sociedad que reclama empatía, respeto y responsabilidad ambiental. San Juan, que ha avanzado en políticas de salud y convivencia, tiene la oportunidad de sumarse a esta tendencia moderna y protectora.

La eventual sanción de esta ley no solo significará una mejora en la calidad de vida de las personas y animales, sino también un ejemplo de madurez social y compromiso colectivo. Erradicar la pirotecnia sonora no es ir contra la alegría, sino a favor de formas más seguras, inclusivas y sostenibles de celebrar.

El debate recién comienza, pero el camino hacia una provincia libre de ruido y más consciente del impacto de sus costumbres parece, esta vez, inevitable y necesario.