El histórico edificio de la Escuela Normal Sarmiento, orgullo arquitectónico y símbolo educativo de San Juan, ha vuelto a ser víctima del viejo mal del vandalismo. Hace apenas una semana, los operarios retiraron las telas verdes que cubrían las obras de restauración de sus muros, tras más de un mes de trabajos minuciosos que buscaron devolverle su esplendor original. Sin embargo, el esfuerzo duró poco. En una de las paredes ya aparecieron inscripciones y pinturas que malograron todo el trabajo, desatando indignación y tristeza.

La restauración no fue una simple limpieza. Se trató de un proceso especializado que incluyó la remoción de grafitis, la reparación de daños con mortero de alto rendimiento y la aplicación de pintura mineral compatible con los materiales antiguos. La intervención, realizada por una empresa contratada por el gobierno provincial, respetó los colores originales y las condiciones establecidas por su condición de Monumento Histórico Nacional. Pero nada de eso parece haber conmovido a quienes, con un aerosol en la mano, eligieron ignorar el valor simbólico y cultural del edificio.

El daño no solo es estético. Cada acto de vandalismo representa una falta de respeto hacia la historia, la educación y el esfuerzo colectivo por preservar la identidad urbana. La paradoja es dolorosa, una escuela cuyo fin es enseñar y formar, se convierte en blanco del desprecio por el conocimiento y la cultura.

Desde el punto de vista legal, los castigos posibles son escasos. Pintar una pared no constituye delito penal, salvo que se afecte la estructura o se empleen sustancias corrosivas. En la práctica, las sanciones se reducen a simples multas contravencionales que rara vez tienen efecto disuasorio.

Resulta imperioso que las autoridades promuevan políticas educativas y sanciones más firmes. No se trata de criminalizar a los jóvenes, sino de enseñarles que el espacio público y los bienes patrimoniales son responsabilidad de todos. La restauración de la Escuela Normal Sarmiento forma parte de un plan más amplio de preservación de edificios históricos, pero ningún esfuerzo será suficiente si no se recupera el sentido de respeto por lo común. Conservar lo nuestro también es una forma de aprender, y la lección empieza en las paredes de una escuela.