En la era de las comunicaciones ha evolucionado la actividad delictiva que se vale de las diferentes plataformas electrónicas para engañar a las víctimas, pero la masividad telefónica ha encontrado un campo fértil para los ilícitos, preferentemente llamando a personas desprevenidas, en general ancianos todavía confiados en la palabra como signo de honestidad. Si bien la crónica policial tiene una variedad de defraudaciones, desde la compra de vehículos, clonaciones de tarjetas, o fraudes electrónicos, la mayor preocupación son los "cuentos del tío", una estafa rápida sobre la buena fe de la víctima.


Los adultos mayores son los más vulnerables porque el delincuente logra sacarles los nombres de quienes viven con ellos, del dinero que disponen y el tipo de vivienda, suponiendo una encuesta. Pasan los días y surge la llamada por la supuesta enfermedad de un familiar que necesita dinero para una cirugía imprevista y el incauto entrega las sumas en un lugar determinado, si no pasa alguien a retirar el botín. Y siempre sin cortar la comunicación para no dar lugar a sospechas.


La gente debe saber que ningún médico o personal de la salud va a llamar para pedir dinero por una supuesta operación y menos entregarlo en un lugar determinado. Tampoco concurrir a un cajero automático para hacer transferencias y menos que un "empleado bancario" pase por el domicilio a retirar ahorros con el cuento de cambiarlos por nuevas emisiones de billetes, si son de moneda extranjera. Tampoco creer que se ha ganado un premio y para retirarlo se debe pagar algo, o por actualizaciones jubilatorias inexistentes, para citar algunos casos.


Lo importante es señalar que sin la participación de la víctima no hay fraude telefónico, por eso el delincuente pide no cortar la comunicación e insiste en la urgencia de solucionar el problema apremiando al interlocutor confiando para hacerse del dinero cuanto antes. Si se corta el diálogo, o participan otras personas del domicilio marcado, no podrá concretarse el despojo. Cortar la comunicación en el acto, y llamar al 911 para mayor tranquilidad, es lo aconsejable.


Además, se impone la asistencia psicológica al anciano que haya sido víctima de una estafa para evitar que caiga en depresión. Los familiares suelen recriminarles duramente por algo que actuaron de buena fe, sin darse cuenta del mundo en que viven, y se multiplica el sentimiento de culpa.