En estos últimos meses varios medios de comunicación han incluido comentarios vinculados a la realidad del país, comparando a la Argentina con Ruanda. Se trata de un pequeño país de África Central, antigua colonia belga que nació a la vida independiente sumida en la miseria y en las luchas étnicas, que comparte algunos rasgos similares con nuestra nación, especialmente en lo que se refiere a haber superado un período de convulsión interna -ellos una guerra civil con un genocidio, nosotros una dictadura militar- y haber iniciado una etapa de recuperación de la que está emergiendo, como a nosotros nos hubiese gustado que sea, favorablemente.


La República de Ruanda siempre fue un país de bajos ingresos, pero en la última década ha logrado los niveles de crecimiento más alto del continente africano. La mayor parte de la población trabaja en la agricultura de subsistencia, pero en la actualidad se observa una creciente producción mineral y procesamiento de productos agrícolas. Además ha logrado que el turismo sea la principal fuente de ingresos del país y desde 2008 hasta ahora la minería se ha convertido en la principal exportadora.


A pesar de su pasado de guerras y genocidio, ocurrido en 1994, ha logrado en la actualidad convertirse en el país más seguro del continente y el quinto a nivel mundial.


También ha experimentado un gran desarrollo de las ciencias convirtiéndose en sede de varios foros científicos a nivel mundial tanto en medicina como en biotecnología.


Sus autoridades aclaran que a pesar de todo Ruanda no es una utopía. Siguen habiendo desventuras y conflictos; carencias e injusticias; avances y obstáculos, pero por sobre todo eso hay unidad y eso es lo que le permite anhelar ser "la Singapur de África''.


El tema de la unidad, clave del éxito ruandés y una de las carencias de la Argentina, fue resuelto después de superar la división que tenían entre los del norte y los del sur. Ellos comprendieron que "las exclusiones destruyen y la inclusión abre horizontes''.


Hoy la historia de ellos es otra, nosotros seguimos sumidos en la incertidumbre, con nuestras divisiones internas y sin saber cómo salir adelante.


En 1983, en nuestro país, terminó la dictadura y comenzó la ilusión de una Argentina nueva que hasta la fecha no se ha concretado. Los ruandeses lo han conseguido y están dispuestos a seguir avanzando, algo que nosotros en estos momentos no estamos haciendo.