Tras un año en la Casa Blanca, la figura de Donald Trump ha dado un giro de 180 grados en el humor de los estadounidenses que resistieron al presidente con manifestaciones sin precedentes en la histórica democracia que exhibe con orgullo el país del norte.


Es que la cultura capitalista parece haberse impuesto para cambiar el humor del ciudadano medio, sin importar ya la soberbia del magnate devenido en político exitoso, que pone sobre el debe y el haber de los habitantes los números de un crecimiento admirable.


Concretamente, la economía de EEUU creció 3,1% anual a partir del segundo semestre del año pasado, con una tasa de desocupación de 4,1%, la más baja desde 1960, impulsada por una creación de empleo que tiende a acelerarse. En promedio se crearon 179.000 nuevos puestos de trabajo mensuales entre julio y diciembre de 2017, y llegó a 200.000 en enero pasado.


Es decir, la promesa electoral de Trump ya es una realidad: existe pleno empleo en el país.


Pero las óptimas condiciones de vida no quedan allí. Según Jay Powell, titular de la Reserva Federal, que acaba de dar su informe al Congreso, no sólo hay pleno empleo y alto nivel de expansión, sino que la inflación se ha mantenido en un nivel inferior a 2% anual, muy cercana a la deflación. El Índice de Precios al Consumidor aumentó 1,7% anual en los 12 meses hasta diciembre último, el mismo nivel que en 2016 y se prevé que será menor del 2% en 2018.


Por el bajísimo nivel de inflación la Reserva Federal aumentó un 0,25% la tasa de interés sobre los Fondos Federales, llevándola en diciembre de 1,25% a 1,5% anual, que implica en términos reales una pauta levemente superior a 0% en el año.


Se estima que el recorte de impuestos dispuesto por Trump agrega 0,7%-0,9% anual al PBI en 2018/2019, lo que implica que el alza de la productividad es acompañada por un aumento de la inversión en bienes de capital, que ha crecido más de 30% en el segundo semestre de 2017 y se ha duplicado prácticamente entre enero y febrero de este año.


Los analistas señalan que la ola de inversiones en EEUU abre paso a una nueva revolución industrial, por la informatización e integración de la totalidad de la manufactura y los servicios.


Este enorme desarrollo va a repercutir sin duda en el mundo.