Educar en valores es esencial e imprescindible en cualquier etapa de la vida, pero adquiere especial relevancia en las edades más tempranas, cuando el niño necesita de una firme guía que le inculque la correcta forma de proceder en cualquier ámbito y ante cualquier circunstancia. Se trata de ir delineando una conducta que lleve a ese infante a ser buen ciudadano y, sobre todo, buena persona. Hay que entender que este aprendizaje no se consigue en las escuelas, ni en ningún otro centro de formación. Se lo consigue, casi con exclusividad, en el hogar y a través de las relaciones interpersonales con amigos, compañeros y vecinos. 

Tener valores bien afianzados permite que las personas se comporten tomando decisiones adecuadas que están en sintonía con el bien común y con la corrección en el proceder. Cualquiera sea su origen o naturaleza, la importancia de conocer esos valores y asimilarlos desde muy chicos se basa en que lo que se aprende a temprana edad no se olvida jamás. Especialmente si es el contexto familiar, donde el niño tiene gran afinidad y basa su plena confianza en que lo que se le enseña es por su bien. 

Son esas normas básicas del comportamiento humano, las que garantizan sociedades ordenadas, es decir aquellas que están integradas por individuos que conocen cuáles son sus derechos, obligaciones; espíritu de superación; solidaridad y compasión por los demás. Es por eso que uno de los aspectos más importantes en el marco de la enseñanza de los valores es que los niños aprendan a aprender, en un proceso de ir incorporando pautas de comportamiento que serán básicas en sus vidas. 

Los padres o mayores tienen la responsabilidad de inculcar esas pautas de manera apropiada y convincente, buscando ser honestos con sus seres más queridos. Los progenitores, haciendo uso de ese sentido ético innato que poseen y que muchas veces pierden en el transcurso de la vida intentando ganar espacios a cualquier precio, deben hacer lo que ellos mismos saben que es correcto y enseñar a sus hijos modos de proceder basados en ese lineamiento. 

La celebración del Día del Niño, que tiene lugar hoy, debe servir para que los chicos vivan un día distintos en su honor, pero también para que los grandes tomemos conciencia de que a los niños además de juguetes y ropa, hay que darles una contención personal que evite, por ejemplo, el lamentable fenómeno de los niños de la calle, que crecen con pocas posibilidades de incorporar esos valores sociales que cada vez están más ausentes.