Un sistema que llama derecho al asesinato de un ser humano en el seno de su madre, tiene la misma legitimidad que pueda tener un sistema que permite el asesinato de un ser humano por el hecho de pertenecer a determinada raza o por profesar un credo diferente. Este pensamiento, que hace referencia a la nefasta posibilidad de que en nuestro país, en algún momento, se pueda llegar a determinar la despenalización del aborto, no hace otra cosa que demostrarnos lo absurdo de este debate.


Se puede decir que el aborto no es otra cosa que matar a un inocente, y que en una sociedad sólida en principios y valores esto no se debe permitir bajo ningún concepto.


Con el aborto no se puede tratar de encubrir actos de irresponsabilidad, tanto de la mujer como del hombre, ni falencias como la deficiente educación moral y sexual que se imparte en la actualidad a adolescentes y jóvenes. Se ha dicho en reiteradas ocasiones que cuando una sociedad está dispuesta a pagar con vidas la resolución de sus problemas, significa que esa sociedad se está resignando, retrocediendo o empobreciendo moralmente. Entregar vidas humanas, a través del aborto, para resolver los problemas de progenitores irresponsables no va a llevar a nuestra sociedad a ningún lugar. Hay que tratar de buscar otras alternativas de solución que apunte a las causas y no a las consecuencias, es decir determinar por qué cada vez hay más concepciones no deseadas que luego pretenden solucionarse con un aborto.


El tema de la despenalización del aborto, cuya discusión ha sido avalada por el propio presidente Macri, es de vieja data y se le pudo haber puesto fin en 1994, en ocasión de tratarse la reforma constitucional. En esa oportunidad, el líder radical y constitucionalista, Ricardo Alfonsín se opuso a que se incluyera una cláusula que preveía "la protección de la vida desde la concepción'', como le pedía la Iglesia en ese momento al presidente Menem. El arco político tuvo que aceptar la posición de Alfonsín, ya que de no haberlo hecho corría peligro la tan anhelada reforma de la Constitución para el segundo mandato de Menem. De todas maneras, este condicionamiento es relativo si consideramos que la defensa de la vida desde la concepción está establecida en el Pacto de San José de Costa Rica, y en la Declaración de los Derechos del Niño a los que suscribió la Argentina, y que tienen mayor jerarquía legal.


De todas formas, el hecho de que el tema haya quedado abierto hizo que grupos feministas exigieran hace unos días, en una marcha hasta el Congreso, que sea tratado este año.


Descubrimientos revolucionarios, como la fecundación in vitro y el ADN, dejan en evidencia que desde el momento de la concepción hay una vida humana nueva, con derecho a nacer, crecer y desarrollarse. Esto es lo que debe comprenderse y enseñarse. A las pocas horas de la relación sexual ya hay un ser vivo en formación y cualquier método que se utilice para sacarlo del seno materno implica un aborto y matar una vida.


A pesar de que en el país las posiciones están divididas, el aborto es condenable desde todo punto de vista, especialmente cuando se lo utiliza para subsanar problemas de orden moral. Es aquí donde nace la necesidad de no ceder ante una despenalización para buscar nuevos caminos que traten de atacar las causas que motivan conductas que están en contra de la vida.