Un informe del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) reveló que la región de Cuyo atraviesa por uno de los períodos de sequía más intenso desde 1970 a la fecha. Dentro de este panorama la provincia de Mendoza es la más afectada, ya que se encuentra en la fase de sequía más larga de los últimos 110 años. Esto no quiere decir que las cuencas localizadas en la provincia de San Juan estén en una situación mejor o distinta, ya que los valores de sequía son generales para toda la región. Esto obliga a adoptar medidas necesarias para enfrentar este fenómeno que si bien suele ser cíclico, en esta oportunidad se ve agravado por el -cada vez más comprobado- cambio climático que afecta a la Tierra.


Las mediciones en que se basa este estudio fueron realizadas desde 2010 hasta la fecha. Durante todo este período cada una de las cuencas soportaron sequías extremas, y si bien durante 2016 las nevadas ayudaron a mitigar la falta de agua, los niveles registrados no alcanzaron para revertir el panorama de sequía extrema de esta última década.


Si bien estas mediciones se están realizando antes de que finalice la actual temporada, el pronóstico estacional para lo que queda del invierno y la primavera continúa con una perspectiva de déficit en las precipitaciones en los Andes centrales, lo que no hará cambiar mucho el panorama que existe hasta ahora.


La emergencia que genera la actual sequía se traduce en un descenso del caudal en los ríos y arroyos, lo que está afectando a muchos productores o poblaciones que se abastecen de estos efluentes.


Con el objetivo de contrarrestar, en parte, la presente sequía, especialistas en irrigación están desarrollando una serie de alternativas para hacer efectivo un ahorro en el consumo de la poca agua que se dispone. Una de las medidas es modificar los sistemas de riego utilizando diversos recursos como la construcción de reservorios de agua particulares; la implementación del riego acordado mediante reservorios comunitarios o la medición de la eficiencia del suelo y el adecuado uso del recurso hídrico.También se apunta a controlar el nivel de consumo de agua por parte de los habitantes. Al no existir en la mayor parte de Cuyo el control del consumo domiciliario se calcula que se producen 600 litros de agua por persona, de los cuales realmente sólo se utilizan unos 300 litros. El resto se pierde en el sistema, tanto en el transporte como en la distribución. De todas formas es mucho más que el doble, por ejemplo, de lo que se consume en Chile donde para cada habitante corresponden unos 120 litros de agua por día.