Uno de los grandes interrogantes que se plantean a nivel mundial es cómo alimentar a miles de millones de seres humanos en las próximas décadas, frente a una capacidad limitada en cuanto al suministro de productos básicos de consumo.


Las expectativas se centran en la productividad del agro en virtud de un perfeccionamiento tecnológico que avanza logrando mejores y mayores cosechas, diversificando cultivos y desarrollando variedades aptas para plantaciones en zonas marginales o afectadas por el cambio climático.


Es decir, se busca alcanzar metas de óptimo rendimiento en la producción de alimentos y a la vez mantener la sostenibilidad del planeta, o dicho de otra forma, llega a más producción agropecuaria sin arrasar los bosques o montes naturales protegidos, en procura de ganar tierras cultivables a costa de alterar los ecosistemas.


En el plano internacional los especialistas destacan el papel del continente americano como productor global de alimentos y, en particular, el liderazgo argentino en innovación científica y tecnológica a fin de optimizar resultados. La evolución mecánica y la investigación mostrada en la reciente Expo Agro, tuvo una convocatoria global para conocer modelos aplicables en otros países, como los relacionados con la infraestructura, logística, manejo de recursos hídricos, incentivos de valor agregado, e innovación en herramientas y mecanización agropecuaria.


Según el nuevo presidente del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), un organismo dependiente de la OEA con sede en Costa Rica, la agricultura argentina está en una fase de crecimiento positivo, después de años donde había demasiadas trabas políticas. El presidente de la organización hemisférica, Manuel Otero, médico veterinario argentino exagregado agrícola en EEUU y vicepresidente del INTA, entre otras funciones, ha señalado que nuestro país es un ejemplo de eficiencia competitiva de tranqueras adentro pero hay mucho para hacer tranqueras afuera.


Aludía así a la necesidad de llevar esa eficiencia y competitividad al mercado mundial donde nuestra oferta perdió terreno durante la última década por desaciertos normativos y altos costos internos sumados a una política tributaria asfixiante.