En diferentes ciudades del mundo apuran las medidas contra el cambio climático y la mira se centra en el transporte automotor, en particular de los vehículos impulsados por motores diesel, el carburante más crítico por los residuos que deja en el ambiente. De acuerdo a las disposiciones de las diferentes alcaidías o municipios, la veda comenzó por períodos cuando la polución llegó a extremos y en otros lugares el rechazo es permanente para ciertas movilidades, caso de París para transporte de cargas.


Roma, por primera vez en su historia moderna, aplicó la semana pasada estrictas medidas para reducir la contaminación y no sólo de los gasoleros sino también de los nafteros de vieja tecnología. Otras ciudades italianas importantes, como Turín y Milán han impuesto sus limitaciones al tránsito luego que las mediciones contaminantes de partículas PM10 (las menores de 10 micrones) sofocaron el ambiente.


Los caños de escape junto con las altas presiones y la falta de lluvia y viento han puesto en emergencia prácticamente a todo el país con extensión a los sistemas de calefacción domiciliaria de manera que no superen los 18 grados dentro de los edificios, a pesar de la crudeza invernal. Incluso se han prohibido ciertos calefactores domésticos por su alto consumo de combustible y emisiones contaminantes.


El problema automotriz está planteado con mayor crudeza al conocerse los diferentes estudios presentados en la frustrada cumbre climática de Madrid. Están en la mira de los ecologistas y de las políticas ambientales el tráfico aéreo por diseminar los motores a 10.000 metros de altura partículas que contribuyen al efecto invernadero y ahora son las ciudades más congestionadas las que discriminan el transporte terrestre impulsado por hidrocarburos.


Los especialistas, si bien aceptan las críticas a los diesel y a las viejas motorizaciones a gasolina, señalan que estas prohibiciones temporarias son simples paliativos porque no garantizan que los problemas desaparezcan ni sean soluciones sustentables. Estas observaciones nos recuerdan las prohibiciones al tránsito en la región metropolitana de Chile cuando la polución llegaba a niveles irrespirables por la incidencia climática.


En Europa ya se plantea un efecto social negativo ya que se advierte que el endurecimiento de las normas ambientales generará una ola de despidos en la industria automotriz sin precedentes. Ya hay miles de operarios en la calle luego de que las fábricas de motores diesel decidieron discontinuar las líneas de producción por el futuro sombrío. Y nadie sabe cuál será el destino de los automotores con más de 20 años de antigüedad que continúan circulando.