El último fin de semana largo se vivió en la Argentina un movimiento inusitado de turismo interno, colmando los clásicos destinos del país, y también alcanzó a zonas periféricas como San Juan, donde hubo un 90% de ocupación hotelera. Además, la oferta turística argentina es un punto de referencia creciente a nivel mundial y sobre la necesidad de explotarla racionalmente habló hace poco el presidente Mauricio Macri, estimando una expansión sin precedente de visitantes extranjeros.


Es probable que este optimismo se deba al efecto mundial de exceso de viajeros en los lugares emblemáticos, donde se ha movilizado la población local en rechazo de una actividad que si bien genera beneficios, ya les resulta insoportable. La hostilidad contra el visitante se manifestó en Venecia con un "maletazo'' de protesta, en demanda de establecer un cupo de ingreso de personas a fin de hacer llevadera la convivencia entre los 55.000 habitantes de la ciudad y los 24 millones de turistas que llegan al año. En Barcelona se repite el conflicto por la contaminación de los cruceros donde bajan más 2,5 millones de pasajeros anuales en lo que es el mayor movimiento portuario del Mediterráneo.


El estallido turístico de la masificación se siente en los principales destinos mundiales y lo rechazan en ciudades como Roma, Bangkok, París, o Londres.


Un reciente relevamiento sobre los principales problemas sociales domésticos colocan al turismo en primer lugar, por encima del desempleo y la precariedad laboral, porque contrariamente a lo que se supone, lo sufre la hotelería ya que los grandes operadores buscan otros albergues y dañan a la economía formal. Además se generan aumentos de precios y se imponen hábitos de consumo que el lugareño no puede asumirlos.


La solución para este descontrol es frenar la hostilidad de los residentes permanentes mediante un turismo sostenible, evitando concentraciones de gente que alteren la rutina local. Las críticas apuntan a los operadores internacionales que hacen grandes negocios con la masificación de viajeros sin importarles la contaminación sonora, de basura, aumentos de precios y otras conductas reprochables. Esto debe servir de alerta a la Argentina si el negocio global gira hacia nosotros y se descontrola como el "overtourism'' declarado en los lugares más visitados del mundo.