Un escándalo mundial sacude a la web por la filtración de datos personales de más de 50 millones de usuarios de Facebook, debido a una maniobra de la consultora británica Cambridge Analytica, que usó la plataforma de la mayor red social para desarrollar un gigantesco modelo comercial con implicancias estratégicas y políticas.


Estamos ante la mayor crisis de la era de las comunicaciones sociales mediante el sistema de Internet, ya que Facebook tiene alrededor de dos mil millones de usuarios en todo el planeta, o un sea cuarto de la población global. La gravedad del problema es que mediante la manipulación de datos personales supuestamente protegidos, la red social conducida por Mark Zuckerberg ha obtenido dinero vendiendo los perfiles de los usuarios, según las denuncias.


Se ha señalado que anunciantes, políticos y otras figuras públicas son los verdaderos clientes de Facebook, muy lejos de la inocencia de un clic y el clásico "me gusta'' tan popularizado. Es que, por el contrario, se habría comprobado que el sistema de negocios de la red también recopila el historial de navegación hasta llegar a datos privados externos como la información financiera sobre los usuarios.


La continuidad de Facebook no sólo está en manos de la gente defraudada que se borra por millares sino también frente a la batalla judicial contra la compañía de Zuckerberg en la Unión Europea y Estados Unidos. En ambos casos con procesos judiciales se suman a las investigaciones de los antecedentes en el primer caso con advertencias a Facebook y una multa a Whatsapp por compartir datos de los usuarios sin su consentimiento.


Vale agregar que estas empresas al igual que Instagram, son manejadas por Zuckerberg, quien ha reconocido que las redes sociales tardan menos de tres horas en cubrir el mundo con un rumor no confirmado. De allí la gravedad del uso irresponsable de la web, que a diferencia del teléfono no existe una comunicación privada, sino todo lo contrario porque se ventilan las palabras masivamente y la influencia de estas son impredecibles en poder de los inescrupulosos.


Lo peor es que una multitud anónima dice cualquier cosa, difama o instrumenta campañas de mentiras alevosas hasta que alguien las investiga y descubre la intencionalidad. Pero hay medios que suelen caer en la trampa de la inexactitud cuando no chequean un informe, empujados por el afán de la primicia.