Diferentes autores y analistas políticos señalan que la gobernabilidad no solo significa la capacidad de gobernar efectivamente, sino además y sobre todo, implica la calidad de la interacción que establecen los actores sociales. Es decir, un modelo convocante, amplio y altamente democrático y horizontal donde queden de lado las ideologías y las apetencias sectoriales de poder.


Sólo la precariedad democrática y la debilidad institucional pueden llevar a un país a límites de intolerancia social con caída estrepitosa de la actividad económica, a pesar de los recursos naturales generosos y un potencial humano admirable. Ninguna fórmula de entendimiento para salir de la cornisa puede prosperar con enfrentamientos sectoriales y la defensa del paternalismo estatal que tanto daño causa a la equidad social y, fundamentalmente a la democracia.


No existen soluciones mágicas y menos alicientes demagógicos que cubran la inmediatez. Lo que importa son las medidas estructurales con visión de futuro para evitar las crisis económicas cíclicas que debilitan a los gobernantes y en general a la estructura del poder, hasta el punto de buscar acuerdos para salir del pantano. Todo esto, sin dejar de priorizar la atención a los sectores más desprotegidos de la población.


Aunque parezca una perogrullada, las democracias deben ser transparentes y creíbles, además de incluyentes y participativas. Sin embargo adolecen de credibilidad por impericia en el manejo del poder público al encerrarse en el círculo vicioso de una única verdad. De allí la importancia de sentarse en la mesa del consenso abriendo un abanico de consultas y puntos de vista desinteresados y comprometidos con el bien común. Y todo fortalecido de patriotismo de manera que se ponga una barrera infranqueable a la corrupción, factor nocivo de desestabilización y credibilidad pública.


La ciudadanía tampoco debe limitarse al cumplimiento del deber cívico en cada convocatoria electoral sino hacer escuchar sus críticas y formular sugerencias desde el lugar que ocupamos. Es una forma de participar en la búsqueda de una salida al momento que atraviesa el país. La entidad rural Coninagro es un ejemplo porque está promoviendo un acuerdo amplio con varias medidas económicas de interacción público y privado. Señala que estas medidas no deben ser electoralistas, sino que abran el camino a la planificación de los sectores productivos, incluyendo acuerdos fiscales, tributarios, financieros, productivos y generadores de empleo.


Argentina necesita asegurar el rumbo reformista que se ha iniciado, y esto es una tarea de todos.