Los miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) culminaron la misión a la ciudad china de Wuhan donde aparecieron los primeros casos de Covid-19, punto de partida de la pandemia de coronavirus. El viaje de cuatro semanas fue cuidadosamente estudiado en el aspecto político y diplomático tras las negativas de Pekín desde las denuncias del expresidente de EEUU Donald Trump de que todo se originó en una fuga del Instituto de Virología con sospechas de desarrollos secretos, lo que provocó airadas protestas de la potencia asiática.


Para los expertos internacionales y locales esta teoría es absolutamente improbable, y tal vez sea lo único concreto rescatado por la misión, ya que las principales conclusiones del equipo parecen confirmar las conjeturas de los investigadores de Occidente acerca de que los murciélagos son los portadores más probables y podrían haber infectado a una persona, y pudo haber otro animal en un escenario probable, pero cuál y dónde, se pregunta la OMS.


También se ha descartado el comienzo del brote en el mercado de Huanan, pero si bien se sabe que en ese lugar hubo los primeros infectados los investigadores no pudieron conocer cómo se contagió tan temprano este grupo. Ese mercado vendía mariscos congelados pero también animales silvestres, incluyendo roedores, una teoría también descartada en el estudio técnico.


Además se rechazó de plano de que el virus haya llegado desde el extranjero en alimentos envasados congelados, otra teoría ampliamente promovida por funcionarios chinos para desorientar la búsqueda de culpabilidades. Ningún producto importado por China puede contener ese riesgo, lo que fue aceptado por los científicos locales que acompañaron a la misión.


Pero al gran interrogante de que el virus tuvo que venir de alguna parte se sumó el de cuánta libertad ha dado China a los investigadores para visitar lugares y hablar con las personas que querían. Además el grupo no pudo ver los datos sin procesar y tuvo que confiar en los análisis que le presentaron los chinos referentes al inicio de una pandemia que ya ha matado a 2,3 millones de personas y está lejos de finalizar.


Al margen de esta tarea de la OMS sin resultados del todo exitosos, lo que el mundo debe reprochar a China es por haber ocultado en noviembre de 2019 una infección imparable al punto de imponer censuras a la prensa de ese país y a los corresponsales extranjeros que buscaban alertar sobre un colapso sanitario universal.