El capitán Juan Jufré de Loayza y Montesa, con orden de la Capitanía General de Chile, llegó al Valle de Tulum, procedente de Mendoza, acompañado por un reducido grupo expedicionario y plasmó con su firma el acta fundacional de la Ciudad de San Juan de la Frontera en aquel 13 de junio de 1562. El lugar del asentamiento fue a la vera del río que los aborígenes llamaban Tucuma, donde hoy es el barrio de Concepción. El interés español de avanzar sobre estos territorios fue conocer probables recursos naturales y el potencial de mano de obra indígena para la minería chilena o la labranza trasandina.


Es que los "naturales", como llamaban los colonizadores a los originarios, se destacaban en esta región por su laboriosidad y pacifismo en el contacto con los conquistadores, características de los huarpes lugareños que poblaban reducidos espacios donde el agua vital posibilitaba la subsistencia.


Nunca fue fácil la vida en estos lares y Jufré seguramente lo presintió tras bautizar a la nueva ciudad en honor a San Juan Bautista y hacer referencia a la frontera con la intendencia del Tucumán. Ese día el fundador integró el primer Cabildo, designó un teniente corregidor y repartió las tierras circundantes entre su tropa y los 1.500 indígenas en encomiendas, para dejar este paraje, al que nunca más volvió, según revelan los historiadores.


Es el río indómito el que nos ha marcado el ritmo de la historia en este valle semidesértico y lo comprobó Luis Jufré y Meneses, quinto hijo del fundador, que debió trasladar la ciudad al actual emplazamiento, en 1593, al ser arrasado el caserío original por una furiosa creciente. Los desbordes fueron un azote a lo largo de tres siglos, hasta las primeras obra de contención y aprovechamiento hídrico, ya que hasta mediados del siglo XIX las crecientes bajaban por la actual calle Mitre, inundando hasta oficinas públicas. Pero ni las inundaciones, ni los terremotos, ni los azotes climáticos frenaron un desarrollo tenaz en este medio hostil.


El crecimiento de aquella aldea hasta la ciudad que ahora nos enorgullece, se trasformó en capital provincial tras la organización nacional, tuvo un papel relevante en la Independencia de la República y fue epicentro en los aprestos de la epopeya sanmartiniana. El río que sorprendió a Jufré hoy está domado y la sucesión de catástrofes sísmicas curtieron la estirpe del criollo y de las corrientes inmigratorias que engrandecieron con su trabajo e inteligencia esta tierra sobreponiéndose a todas las contingencias. El potencial vitivinícola, minero e industrial siguen los principios republicanos señalados por Domingo F. Sarmiento entre tantos próceres y figuras brillantes que vienen tomando las postas de un crecimiento que no cesa y en muchos aspectos dando un ejemplo nacional.