El Banco Mundial acaba de revisar sus previsiones catastróficas sobre el impacto económico de la pandemia, a partir de informes oficiales de todos los países, coincidiendo con los pronósticos de la Reserva Federal estadounidense y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), además de consultoras privadas. La conclusión de este análisis actualizado es que nadie en el planeta se salvará de la pobreza estructural, con mayor o menor incidencia según la potencialidad de cada país.


Para los economistas del ente financiero global probablemente habrá un repunte rápido a medida que se levanten todas las medidas restrictivas actuales, pero la recuperación completa tardará cinco años por lo menos en términos de PBI per cápita. Debe considerarse que los técnicos del organismo siempre ejecutan previsiones con cierto optimismo y en este caso prevalece la idea del control del coronavirus mediante una vacuna, lo que posibilitaría retomar el ritmo a todas las actividades anteriores a la crisis sanitaria.


De lo que no se duda es que por primera vez desde 1998, la tasa de pobreza extrema mundial aumentará a raíz de esta enfermedad, calculándose en 100 millones más de pobres al exacerbarse las desigualdades tanto en las naciones ricas, donde los pobres aumentarán y, lógicamente, las regiones pobres se verán mucho más afectadas.


Las referencias señaladas son históricas porque la actual recesión supera a la secuela de la gripe española de 1918 y a la crisis financiera de 2008-2009, tras lo cual hubo una recuperación rápida, particularmente en países emergentes como los latinoamericanos, traccionados por el colosal crecimiento chino de más del 10% anual. Ahora la pandemia iguala a todos en caída del PBI, estimado en un 5,2%, el mayor en ocho décadas, donde se suman políticas preventivas y las restricciones voluntarias de la gente por el miedo psicológico, más la pérdida de empleo y reducciones de gastos con enorme caída de la actividad productiva.


Las autoridades deben tomar nota de estas advertencias sobre el comportamiento de la economía mundial en los próximos años, para atender a las familias más desfavorecidas y proteger al aparato productivo para lograr una recuperación sostenible apuntando al crecimiento. La inseguridad alimentaria y la pobreza son factores de retroceso en el crecimiento de los pueblos y la única forma de resurgir es a través del trabajo, como capital humano, y de la inversión productiva que mueve las cadenas de valor.