La escasa inversión en la protección social de la infancia, en la mayoría de las naciones del mundo, sean desarrolladas o emergentes, es una preocupación que se agrava y por ello el reciente llamamiento conjunto de la Unicef y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para que los diferentes gobiernos replanteen las políticas sociales en bien de los niños desprotegidos.


Estas dependencias de las Naciones Unidas observan que el hecho de que un país sea de ingresos medios o bajos no necesariamente condena a sus niños a la desprotección, como lo demuestran los casos exitosos de Argentina, Chile, Mongolia o Sudáfrica, que están en camino o ya han alcanzado la cobertura social universal para chicos en situación de vulnerabilidad.


El problema que se agrava es porque sólo un tercio de los niños del mundo goza de protección social, con cifras que oscilan entre el 87% en Europa y Asia Central, el 66% en el continente americano, el 28% en Asia y el 16% en África. Dice el estudio que en casi todas las regiones, la pobreza afecta a los niños en forma desproporcionada y los chicos tienen el doble de probabilidades que los adultos de vivir en la pobreza extrema.


Por eso, salvo las excepciones donde está nuestro país, las críticas de las organizaciones internacionales tienen la intención de poner una vez más en evidencia la escasa inversión social que se hace en los niños, en particular en los países en desarrollo. Los chicos entre 0 y 14 años de edad son el 25% de la población mundial, pero sólo se asigna el 1,1% el Producto Bruto Global a la protección de los menores.


Es así que cuanto más pobre es la región, peor es la situación de los niños, como lo confirma el caso de África, donde los niños son más del 40% de la población, pero sólo se destina el 0,6% del PBI del continente a las políticas de protección social infantil. La escasa inversión frena el desarrollo del potencial de los niños porque cuando ésta afecta a uno o más de esos pilares muchas veces se torna irrecuperable.


Aunque se trata de políticas económicas coyunturales, su impacto en la niñez puede ser de muy largo plazo, al afectar a los chicos su acceso de la educación, sus posibilidades de recibir atención médica y su nutrición en momentos en que están en pleno crecimiento. Pero dar cobertura social a los chicos es posible, incluso en los países más pobres, con la reasignación del gasto público, o creando impuestos específicos como medio de financiación.