Desde que asumió el poder, el presidente Mauricio Macri viene señalando al diálogo como una necesidad para buscar consensos en torno a las políticas públicas. Ahora, fortalecido por el reciente triunfo electoral, la gestión avanza hacia una etapa de transformación mediante reformas estructurales que requieren la opinión de todos los sectores involucrados, tanto políticos como empresariales y actores civiles del quehacer nacional.


Destacar la importancia del diálogo intersectorial parece una incongruencia en un Estado de derecho, pero la Argentina acaba de salir de una década de confrontaciones debido a la obstinada posición hegemónica del gobierno anterior, que no admitía otra verdad que la del relato oficial y aun ante equívocos y medidas absurdas, redoblaba la apuesta. Todo lo contrario, escuchar a otras posiciones políticas y a los representantes la sociedad indiscriminadamente, evita medidas desacertadas por inconsultas y facilita al gobernante actuar con la certeza de dar respuestas a necesidades reclamadas.


El diálogo político es una premisa que se ignora frente a las grandes transformaciones en diferentes lugares del mundo, como sucede en Cataluña con el disparatado separatismo, o con la obstinación de Maduro para sostener a la fracasada revolución chavista.


El papa Francisco ha vuelto a exhortar a favorecer el diálogo -cualquier diálogo, dice- porque es una responsabilidad fundamental de la política y, lamentablemente, se nota demasiado a menudo cómo ésta se transforma más bien en un lugar de choque entre fuerzas opuestas. Los gritos de las reivindicaciones sustituyen la voz del diálogo, señala Bergoglio, en clara alusión a la aventura catalana. Pero también observó a la ausencia de consenso que frustran la inclusión, la solidaridad el desarrollo y la paz. "Desde varios lugares se tiene la sensación de que el bien común ya no es el objetivo primario a perseguir y ese desinterés lo perciben muchos ciudadanos. Encuentran así terreno fértil en muchos países las formaciones extremistas y populistas que hacen de la protesta el corazón de su mensaje político, sin ofrecer un proyecto político como alternativa constructiva'', advirtió el Papa argentino.


Es que el buen cristiano está comprometido con una promesa de paz y llamado a favorecer el diálogo sectorial donde prevalece el enfrentamiento.