Allá están, son hermanos argentinos queriendo volver. Yo los entiendo. ¿Quién no quiere volver a la patria, que está en guerra, y estar cerca de los suyos? Pero lo que no entiendo, o sí lo entiendo pero me cuesta admitirlo, es que se hayan ido cuando este enemigo mortal ya estaba haciendo estragos en China, Italia, España y la mayoría de los países de Asia y Europa. También en los Estados Unidos. Y que ese enemigo, invisible, se podía meter, cual explosivo disimulado entre las ropas de un terrorista suicida, en su piel, y venirse para acá. Importando esa guerra que originaron otros, y que no estamos preparados para afrontarla adecuadamente. ¿O no se midieron esos riesgos? Entonces digo, y así como yo, varios argentinos que estamos en forzada cuarentena ¿por qué analizan la posibilidad de hacer cuarentena en el país donde se encuentran? En lugar de subirse al avión y traerse, con un alto porcentaje de posibilidades, ese bicho mortal que va a poner en peligro no sólo a ellos, sino a su familia, sus amigos y conciudadanos. Estuvo muy acertado el Canciller cuando culpó a las aerolíneas internacionales de haber vendido irresponsablemente esos pasajes y dejar varados a esos pasajeros. Porque aquí se había dictado el cierre de fronteras y se cancelaron los vuelos. Nadie es inocente. Ni los que vendieron ni los que compraron, sabiendo que corrían un riesgo. Porque estoy seguro que son personas informadas y a esa altura, principios de marzo, cuando partió la mayoría, ya se sabía que en el mundo se estaban cerrando las fronteras. Todos los casos detectados en la Argentina tienen que ver con personas que vinieron del exterior, o que tuvieron contacto estrecho con ellas. Y aún así, sabiendo este dramático antecedente, ¿lo mismo vamos a ir a buscarlos para aterrorizar al resto de los argentinos? Si no, que le pregunten cómo la están pasando los 400 pasajeros de Buquebus, hoy en obligada cuarentena, quienes fueron sorprendidos en pleno viaje de regreso por un joven de 21 años, que alertó traía el virus. Y a lo mejor no era el único. Quién sabe. Para colmo, le echan la culpa al gobierno, a las embajadas, a los consulados, de sus propias decisiones. Sabemos que algunos que regresaron, no guardan la cuarentena obligatoria. Se victimizan, porque cualquier argumento es válido y produce empatía, cuando se trata de un connacional que está lejos de su familia. Entonces manipulan el sentimiento de culpa de los victimarios, que vendrían a ser las autoridades, que tomaron una difícil resolución, y los que estamos acá. Que ya no sabemos qué guardia ensayar para enfrentar al enemigo invisible, que es muy probable traen camuflado en sus cuerpos. Es terrible, parece xenófobo, inhumano, pedir que se cuestionen la posibilidad de quedarse donde están. Por un tiempo. Hasta me animo a sugerir que el gobierno, o sea todos nosotros, se haga cargo de esos costos, el cual seguramente será a infinitamente menor a las pérdidas cuantiosas que ya está ocasionando este virus en nuestra economía, y a la invalorable pérdida de seres humanos, que seguramente acarreará en su expansión. He leído la carta del doctor Tejada desde el hospital Marcial Quiroga. Es un patriota. Está dispuesto a jugar su vida por nosotros. Y a nosotros simplemente nos piden que nos quedemos en casa. Y a los hermanos que están fuera, potenciales portadores del virus, les pido, que se interroguen, muy dentro suyo, ¿debo volver? Es una cuestión de honor, de ser buenas personas, de demostrar solidaridad con su patria, sus conciudadanos y su familia. Dice Albert Camus, en su predictivo libro "La peste", que estas pandemias sacan lo mejor, pero también lo peor, de los seres humanos. Y cuánta razón tiene.


Orlando Navarro
Periodista