La universidad argentina tiene el privilegio de liderar en Latinoamérica la cantidad de estudiantes universitarios. De la misma forma, a nivel mundial y en relación a la cantidad de población, cuenta con más estudiantes que Italia o España. Pero ninguno de estos liderazgos se relaciona con el nivel de graduación que es notablemente escaso, ya que en la mayoría de los demás países se gradúa una mayor cantidad de jóvenes. Los últimos registros indican que de cada 100 ingresantes a las universidades públicas, 74 no alcanzan a graduarse. Esta cifra mejora levemente en las universidades privadas donde de cada 100 alumnos, 57 logran alcanzar su título.


Pero el tema de la deserción estudiantil no es el único problema que tiene nuestra universidad. Es una necesidad elevar la calidad en el conocimiento de los graduados, facilitar el acceso a todos los sectores de la sociedad que deseen concurrir a la universidad y estimular la graduación en carreras científicas y tecnológicas, que es lo que más le está haciendo falta al país. Esto último se ve reflejado en la siguiente relación: en las universidades estatales por cada 100 abogados se gradúan 22,4 biólogos, físicos, matemáticos y químicos. Mientras que en las privadas por cada 100 abogados hay 4,3 científicos.


Es conocido que la fortaleza de una nación depende de su capital humano y que el nivel de conocimientos acumulados por los habitantes es la garantía de su avance futuro, como lo señalan Alieto Guadagni y Francisco Boero, investigadores de la Universidad de Belgrano. En este marco la universidad cumple un rol fundamental y es un hecho que el valor de una educación de nivel universitario de calidad nunca ha sido tan importante como en la actualidad.


La Argentina, hoy más que nunca necesita consolidar esta base fortaleciendo su función de capacitar masivamente a los jóvenes en disciplinas científicas y tecnológicas.


Se ha determinado que los problemas que afronta el nivel universitario en la actualidad, tienen su origen en los niveles anteriores de enseñanza. Precisamente en el secundario, donde no existe un examen a nivel nacional de finalización del ciclo.


Como lo indicaron los operativos Aprender de los últimos años, que pusieron en evidencia el bajo conocimiento de los estudiantes secundarios, todo esto está incidiendo negativamente en la escasa graduación universitaria, especialmente en aquellas disciplinas importantes para modernizar el sistema productivo.