El potencial que tiene la universidad argentina no está siendo aprovechado en la medida de sus posibilidades, al no haberse replanteado -al menos públicamente y en forma oficial- su política de inclusión ni los contenidos que se están impartiendo en sus carreras, de manera tal que representen un auténtico aporte a las necesidades que evidencia el país dentro del proceso de crecimiento y desarrollo económico que comienza a vislumbrarse.


La educación superior en nuestro país está representada por más de 2 millones de jóvenes inscriptos en 130 universidades, de las cuales 66 son estatales y 64 privadas. De ese total la mitad fue creada de 1990 en adelante y un poco más del 10%, a partir del siglo XXI, es decir que una buena parte del sistema universitario argentino se ha forjado en los últimos 27 años, sin que refleje en sus contenidos la actualización que ahora se demanda.


Dentro del proceso de inclusión social, se debe trabajar en dar cabida a los estudiantes menos pudientes, mediante la elaboración de políticas públicas económicas y sociales. En los países más desarrollados el 45 % de los jóvenes tienen títulos universitarios.


La gratuidad es todo un tema que en la opinión de especialistas termina asumiéndola la sociedad argentina, inclusive los sectores más pobres sin acceso a la universidad, lo que se considera un despropósito. Esto último sin tener en cuenta los casi 40.000 estudiantes extranjeros que en cierta forma son subsidiados por todos los argentinos.


El tema de la proporción de matriculados también es un asunto a replantear, ya que la universidad argentina registra una de las mayores matrículas del mundo con una muy baja tasa de graduación, en el orden del 20 por ciento. Se considera que una de la soluciones podría ser un examen obligatorio y vinculante al finalizar el secundario, como se hace actualmente en la mayoría de los países similares al nuestro, aunque también hay muchos cuestionamientos. Lo más aconsejable es mejorar la articulación con la educación media y hacer que esta última se fortalezca.


Lo que definitivamente debe promover la educación superior, acorde a las actuales necesidades, es involucrarse más en la innovación productiva. Deben redoblarse esfuerzos para incentivar y becar a los jóvenes en el estudio y la investigación en ciencias duras, todavía muy escasos. Los objetivos inmediatos son además de la calidad académica la desburocratización de las casas de estudio superior.