Las previas, esas reuniones de jóvenes que se realizan casi inocentemente, en un domicilio particular, antes de concurrir a un boliche, y en las que consumen grandes cantidades de bebidas alcohólicas, entre otros productos estimulantes, cada vez están ocasionando mayores problemas en el entorno de esos chicos que con estas prácticas se acercan al peligroso mundo de las adicciones.


Está comprobado que la posibilidad de caer en el hábito vicioso del alcoholismo y de las drogas, y sus consecuencias, no depende solamente del comportamiento individual. Los adolescentes llegan, en su mayoría, por la influencia social de sus compañeros, quienes son los que promueven formas de divertirse y "pasarla bien", basadas en reuniones previas en las que la ingesta de bebidas y consumo de algún estupefaciente constituye un requisito básico para llegar eufóricos al boliche o a la casa donde se ha planeado la reunión central.


Muchos padres creen que porque los chicos reciben a sus amigos, en sus casas, en un horario relativamente temprano, no transgreden ninguna norma y están a salvo de incurrir en cualquier problema. Pero lo que muchas veces ignoran es que esas reuniones "previas" les permiten ingerir grandes cantidades de alcohol o drogas a un precio reducido, en relación al costo que tienen las bebidas en los lugares bailables. Cada uno de los chicos llega trayendo su provisión de alcohol, sin que los padres sepan qué están tomando y qué cantidad.


Las consecuencias son casi siempre las mismas; adolescentes que ni siquiera pueden llegar al boliche; otros que lo hacen pero que no pueden ingresar por el estado de ebriedad en que se encuentran y un tercer grupo, que en estado muy eufórico, entra y provoca desmanes.


Los jóvenes deben entender que las previas no sólo son el camino hacia las adicciones, sino que también es la forma más absurda de vivir una fiesta que luego no podrá aprovecharse.


Si bien los padres son los que deberían poner límite a estas prácticas, ejerciendo toda su autoridad en las casas, todos sabemos que hay progenitores que son muy "blandos" o que no asumen el rol de padres y dejan que sus hijos hagan lo que quieran.


En tanto los padres comprendan cuál es su auténtica responsabilidad, desde las áreas oficiales se debería encarar un programa de educación o enseñanza de los efectos que tienen las adicciones en la vida de los jóvenes. En determinadas horas áulicas de las escuelas o académicas en las universidades, con capacitados profesionales, se debería enseñar que las adicciones tempranas conducen a un deterioro físico, mental y moral, que difícilmente pueda ser revertido en el futuro.