Acaba de terminar otra década caracterizada por los eventos meteorológicos exacerbados por el calentamiento global, confirmando la ciencia el nexo entre el cambio climático, por una parte y la frecuencia y la severidad del clima extremo por otra. Tras la problemática reunión en Madrid para definir acciones mundiales para preservar el planeta, se han conocido estudios más actualizados sobre el efecto invernadero, concluyendo que hasta las economías más desarrolladas se encuentran a merced de la catástrofe global.


El balance de las temperaturas extremas, en particular de la ola de calor más elevada en un siglo, ha sido confirmado hasta 2018, pero los registros del año pasado observan una proyección superior a los fenómenos que golpearon a Japón, Filipinas, Alemania y Madagascar con inundaciones sin precedentes.


Concretamente para la Organización Meteorológica Mundial no cabe dudas de que la última década está llamada a ser la más cálida jamás registrada.


En una tabla del organismo, la Argentina es uno de los países que todavía está lejos de los grandes eventos meteorológicos: Se ubica en el puesto 40, con 61 alteraciones graves, pero que su severidad se sienten con preocupación, caso de las sequías persistentes, las inundaciones por otro lado y las violentas alteraciones climáticas. La ausencia de ciclos níveos y el derretimiento de los glaciales cordilleranos lo estamos sintiendo en San Juan con crudeza.


En los últimos veinte años, Puerto Rico, Birmania y Haití han sido las naciones más afectadas por el clima, principalmente por ciclones que se han vuelto más violentos por el calentamiento de la superficie del agua y más destructivos por el incremento del nivel del mar. El ciclón Nargis dejó 140.000 muertos y destruyó las viviendas de 2,4 millones de personas en las costas birmanas en 2008, para citar uno de los hechos más catastróficos.


La amplificación de los fenómenos climáticos coincide con las previsiones científicas en momentos en que el mundo registra un aumento de un grado desde la era preindustrial y al ritmo actual podría aumentar 4 grados más, aunque los firmantes del Acuerdo de París, reunidos en Madrid hasta el 13 de diciembre último, respeten sus acuerdos para reducir las emisiones de CO2, se podría superar la barrera de más de 3 grados.


La ralentización de la economía mundial y el menor uso del carbón han sido atenuantes del efecto invernadero, pero el verdadero freno debe ser con una auténtica transformación en obras y estilos de vida para salvar nuestro hábitat.