Con el avance experimentado por las redes sociales, que ha puesto en manos de adolescentes y jóvenes un medio de gran efectividad a través del cual pueden canalizar sus más profundas convicciones, se están dando algunas desviaciones como la del escrache digital, que es una forma de juzgamiento que se realiza sin ninguna rigurosidad y que puede resultar muy destructivo. Se trata de una costumbre que ha ido creciendo paulatinamente y que ahora constituye una de las tendencias que más se ha popularizado a través de Facebook o Twitter, y que carece de regulaciones efectivas que puedan atenuar sus efectos negativos.


El periodista y abogado, Luciano Román, sostiene que sin filtros y con ligereza, por las redes se revolean acusaciones, denuncias, listas negras, nombres de presuntas víctimas y victimarios. La intervención de los adultos generalmente llega tarde, si es que llega. En las escuelas suelen mirar para otro lado. La veracidad de los hechos no requiere pruebas. El escrache funciona como cosa juzgada. Los grados o matices quedan desdibujados bajo un manto acusatorio en el que todo parece ser lo mismo. Se iguala una violación con una actitud desubicada o incorrecta, un abuso con una grosería, un hecho con un malentendido y una denuncia con una venganza.


Lo malo de esto es que este recurso está, generalmente, en manos de chicos y chicas adolescentes, que no están preparados para impartir justicia, y que utilizan las redes sociales para emitir sus veredictos.


El escrache y la liviandad acusatoria son dos males de nuestra época que no pueden encuadrarse dentro de la Justicia, menos cuando se trata de impartirla por las redes sociales. Muchos jóvenes ya han resultado víctimas de sus pares con acusaciones infundadas.


Son numerosos los casos de este tipo que han llegado a la Justicia. Magistrados de distintas jurisdicciones han intervenido ante denuncias por calumnias e injurias realizadas por padres de jóvenes escrachados. Sin embargo, el efecto reparatorio de la Justicia institucional queda muy debilitado frente a los efectos que tiene una acusación por las redes sociales.


Ante esta situación, los padres, los docentes, la escuela como institución y los adultos en general no pueden hacerse los distraídos y deben librar una batalla contra la cultura del escrache. Se aconseja educar a los jóvenes en los valores de la convivencia, en la confianza, en la autoridad y en el respeto a las instituciones, para que no caigan en estos hábitos que resultan pernicioso para cualquier comunidad.