La sociedad argentina afronta una de sus peores etapas vinculada al comportamiento social de sus integrantes. Vemos con preocupación cómo los valores que en un momento la distinguieron se han degradado, casi hasta extinguirse, dejando expuesta una situación, que además de ser preocupante es concordante con la crisis económica y financiera por la que atraviesa el país.


Revertir la poca tolerancia y agresividad con el prójimo, como otras tantas actitudes decadentes que nos están llevando a una pobre calificación como sociedad organizada, es una de las tareas que hay que encarar en forma urgente y decidida para recomponer una comunidad que se ha quedado sin argumentos al momento de expresar la sensación de desamparo y desesperanza ante la baja credibilidad en las instituciones que deberían representar a cada ciudadano.


Aunque no responda a una generalidad, la Argentina actual afronta en varios ámbitos localizados, especialmente en los centros urbanos más populosos, manifestaciones y protestas que lo único que consiguen es el enfrentamiento con otra parte de la sociedad interesada en que el país funcione. Hay sectores sociales que han hecho de los piquetes y los paros salvajes un estilo de vida y que ahora están acudiendo a las amenazas de bombas en transportes o edificios públicos que generan zozobra en la gente.


Los comportamientos individuales de acentuada agresividad también han estado presente en estos últimos tiempos, con reacciones violentas que surgen intempestivamente contra el prójimo. Es larga la lista para enumerar de personas que han sido atacadas por cualquier motivo, como descargas de tensiones o por comportamientos erráticos.


Otra muestra de la decadencia de nuestra sociedad está dada por la conducta de determinados grupos etarios, como los adolescentes y los jóvenes que, cada vez con más frecuencia, dan muestras de actitudes que comprometen su futuro. El consumo de drogas, alcohol y otras sustancias dañinas demuestran la facilidad de acceder a ellas en ámbitos que no son controlados.


Pero no sólo la sociedad autogenera este oscuro panorama de falta de mesura. Hay instituciones que contribuyen a que la gente se sienta decepcionada. La Suprema Corte de Justicia, al intentar posponer el juicio de Cristina Kirchner, dio un claro ejemplo de manejo institucional a favor de la impunidad. Las continuas amenazas de sindicalistas como Moyano, o de opositores que tratan de desestabilizar, completa este lamentable panorama de una sociedad ganada por la incertidumbre de la imprevisibilidad y de no saber cuál será su destino.