Era un partido de pretemporada en una de las canchas secundarias del Botev Plovdiv, de Sofía, Bulgaria, en el que el local enfrentaba al equipo chipriota Ael Limassol. Cuando promediaba el primer tiempo el encuentro se vio interrumpido por una invasión del campo de juego. Pero no era esta vez un fanático que quería saludar a sus ídolos o alguien queriendo llamar la atención de las cámaras de televisión.