Se conmueve de sólo recordar lo que fue realizar semejante trabajo y el gusto con el que fue recibido por la comisión y los fieles. Y no puede creer que ya haya transcurrido una década desde que se inauguró oficialmente esta creación, a la que considera una de las más significativas, luego de haber llevado su talento por el mundo. Se llama "El milagro del sol" y su autora es la reconocida artista plástica sanjuanina Mirta Romero. Fue convocada especialmente para diseñar y llevar a cabo el proyecto que coronaría el altar del Santuario Inmaculado Corazón de María de Fátima, en Rawson, que hoy celebra diez años de ser así declarado formalmente, de la mano de esta importante obra escultórica realizada en madera, hierro batido y soldado y vitrofusión. La campiña con sus animales, el pueblo, el anuncio del ángel a los pastorcitos (con sus rosarios en las manos), la aparición de la Virgen, la cruz despojada y el Jesús resucitado de brazos abiertos para recibir a su rebaño, la multiplicación de los panes y de los peces (algunos tallados en la madera y otros conjugando un móvil que, con luz, parecen nadar dentro del río), el cáliz con el cuerpo de Cristo, el paraíso... todo está presente, con esmerado detalle, en esta composición que se conjuga también (y tan bien) con la naturaleza, porque sus zonas vidriadas juegan con las luces del día y la noche. Así, el impactante sol de vidrios de colores y formas irregulares se fusiona con los rayos de astro, haciendo propia su luz y proyectándola al interior del templo; lo mismo que los rayos de la Virgen, que se elevan en el luminoso cielo vidriado haciéndose uno con el exterior. A estos relieves, altos relieves y esculturas, se le sumó después un par de ángeles que custodian al Santísimo en el Sagrario.


El nombre de la obra alude al milagro que realizó la Virgen ante la multitud en Fátima, Portugal, el 13 de octubre de 1917. Llovía a cántaros ese día, cuando iba a tener lugar la revelación de "la señora del cielo" a los tres niños pastores. En un momento Lucía, una de ellos, pidió a todos que guardaran sus paraguas, y dicho esto la lluvia cesó de repente, el cielo se despejó y el sol resplandeciente se movió en el firmamento. 

Mirta Romero empezando a trabajar el "Cristo vivo" de "El milagro del sol".


"Por eso el sol es así de fuerte, con vidrios atrás y adelante para que tenga vibración y movimiento; y con rojo para que sean como lengüetazos de fuego", describió a DIARIO DE CUYO la artista de prestigio internacional, quien este año celebra sus bodas de oro desde sus primeras exposiciones en 1970. Explicó además que esta gran instalación artística llega a la figuración y con mucho detalle "para que todos puedan entenderla".


El arquitecto Daniel Esquivel es quien la citó a una reunión con la comisión, ya que consideraban que era ella la indicada para hacer una obra en madera en el altar, y le dieron total libertad. Luego Mirta -quien suspendió su ya cerrado viaje de trabajo a Europa para dedicarse al "Milagro del sol"- hizo una maqueta en escala (donada por la comisión al Arzobispado) que fue aceptada por unanimidad. "Me dejaron los huecos en la pared y sobre ese espacio diseñé y armé todo el proyecto. Y me puse de cabeza", rememoró. Todos los días, desde la mañana temprano y hasta las 14 hs, trabajaba en su casa, en el Cristo. Almorzaba y se iba al Santuario, hasta las 22 hs. "El auto era mi taller ambulante, me llevaba las herramientas y mi reflector para cuando ya se hacía de noche. Corría el riesgo hasta de que me robaran, porque estaba sola con las palomas y algunas ratas (sonríe), pero la Virgen no lo permitió. Sólo hacia el final pedí a los obreros que estaban trabajando que me ayudaran a emplazar, porque eran siete metros, y ahí la terminé de patinar y de pintar", contó. "Yo viajé a Buenos Aires a comprar los vidrios de colores; y toda la pinotea -de origen canadiense- es parte de techos de casas antiguas en desarme y bodegas de San Juan que fueron donando. Rompí varias cadenas de electrosierra porque adentro la madera tenía clavos y pedazos de hierro, algunos que no se detectaban a simple vista, pero por fuera la fui salvando... A mí siempre me gusta salvar todo lo que está muerto y volverle a dar vida, como otra oportunidad, por eso me gusta reciclar", se explayó.

Bocetos de la obra que la artista aún conserva.


Fue más de un año de ardua labor, desde el diseño hasta la realización. Luego hubo un largo impasse ajeno a su voluntad, hasta que finalmente retomó y concluyó la obra: "En tres meses hice lo que faltaba, todo lo demás estuvo como seis años parado y guardado", contó Romero, quien por entonces sugirió que los restos de madera y vidrio empleados podían convertirse en recuerdos de ese trabajo (dibujó algunas ideas), como se estila en varios monumentos y atracciones alrededor del mundo, junto a una breve reseña de la obra y de Fátima. E incluso conserva los bocetos, que iban a ir a una suerte de museo que se había pensado para la parroquia.


Realizar el Cristo, la Virgen y los pastores con sus manos y su corazón; y que sus nietas le dijeran que eran bendecidas por poder tocarlos, ya que una vez emplazados sería imposible, son anécdotas del proceso que aún la movilizan. Pero hay una especial, que eligió compartir esta vez. El día de la multitudinaria inauguración del Santuario, llovía a cántaros. Pese a que ya estaba listo hacía meses, e incluso los rayos que se elevan desde su cabeza, colocados y pintados en esa suerte de gruta de travertino donde intervino el Sr. Arroyo, picapedrero; el Cristo no había sido colgado. Y como se hacía tarde y se necesitaba una grúa para situarlo -por sus grandes dimensiones y peso- decidieron inaugurar sin él. Para que los bancos no se mojaran afuera, además, optaron por entrarlos y sacar afuera al Cristo, que estaba envuelto con plástico. Con profunda congoja, Mirta fue a cambiarse a su casa, para luego volver a la ceremonia. Cuando regresó, resignada pero muy triste, entró al templo para pasar un plumero a los relieves antes que ingresara la gente, y cuando alzó la vista vio al Cristo ya situado en altura, con sus brazos abiertos. Subido a una escalera y ayudado por un puñado de fieles, Leandro Caballero -padre de una familia devota de Fátima, cuya hija había fallecido un mes antes y que había sido testigo de las lágrimas de Mirta- lo había levantado y calzado a mano; algo prácticamente inconcebible. Tal fue la emoción de la escultora que -contó- se le aflojaron las piernas. "No podía creer. Me tuve que sentar y dije "Gracias Dios"". Esa noche, Fátima junto al Cristo cobijaron a la feligresía. Y días después, Mirta obsequió una réplica en miniatura del "Milagro" a ese señor.


"Yo he ido dejando mi arte por el mundo y para mí es muy importante; pero también quería dejar algo para San Juan; y cuando me convocaron sentí que tenía que ver con eso. Doy gracias a Dios de haber podido hacerlo. Me emociona mucho, porque todo lo que he vivido ha sido intensamente", confesó; y agregó: "Y como decía Pinti, "pasan los años, quedan los artistas". Y cuando mueren los artistas, queda su obra, que nunca muere. Yo me voy a morir, pero El milagro del sol y Fátima, no; estarán ahí para siempre". 
 

DATO

  • Hoy, aniversario del nuevo templo y fiesta patronal, podrá apreciarse una vez más esta creación.


 

 

 
(FOTOS: CRÉDITOS DANIEL ARIAS/MIRTA ROMERO)