Miércoles 13 de octubre de 1999. Poco después de las 20 horas, Charly García bajaba por el ascensor del Hotel Alkazar, encarando rumbo a la puerta. Vestido con jean y remera negra, comenzó a caminar por Laprida. Se detuvo, miró vidrieras, giró y tomó rumbo opuesto. Como si de un imán se tratara, la gente que se encontraba en el lugar empezó a escoltarlo y seguirlo, apenas dejándole espacio para que pudiera caminar. Se amontonaban, le hablaban, le pidieron autógrafos, pero él jamás se inmutó. Siguió caminando. Dobló por calle Mendoza, cruzó Libertador y se detuvo en el kiosco de diarios y revistas. "Quiero esta, esta y esta", dijo señalando ‘TV y Novelas’, ‘Flash’, ‘Woman’ y ‘Vanidades’. Sorprendido por la visita de su flamante cliente estrella, el vendedor las apiló y le consultó qué más iba a llevar. La respuesta del músico fue contundente: "Cómo querés que elija, con todos estos bolud... acá atrás…"

Charly, eligiendo revistas e el kiosco ubicado en Libertador y Mendoza.

Visiblemente molesto por la cantidad de gente que lo rodeaba, sumado a que fotógrafos y periodistas nunca fueron de su agrado, tomó sólo ‘Vanidades’ y se fue sin pagar. Antes de poder emitir reclamo alguno, el canillita se topó con la asistente de Charly que ya tenía el dinero en la mano para saldar la deuda.

El músico, con su asistente y seguidores, frente a la puerta de Energía San Juan.

El paseo por el centro sanjuanino fue corto. El cantante ni saludó a los fans y sólo se limitó a pedirle a sus guardias que sacaran a la prensa del lugar. Así regresó al hotel. Hotel en el que seis años antes había provocado destrozos. Al ingresar al ascensor y para evitar fotografías, se tapó la cara con la revista que compró minutos antes y subió hasta su habitación.

El recorrido céntrico de García.

Minutos después, volvió a salir, pero esta vez lo hizo en combi, rumbo al Predio Ferial para presentarse en la Fiesta Nacional del Sol. El vehículo encaró por Libertador. Charly, descontracturado, se asomó varias veces por la ventanilla y lo hizo a los gritos. Primero le pidió alcohol a un hombre que caminaba por la vereda y que, al levantar la vista, quedó anonadado al reconocer a su interlocutor. Luego llegó el turno de un grupo adolescentes que se encontraban en la puerta de la escuela Superior Sarmiento. “Estudien, che, estudien mucho”, les gritó. Los chicos saludaron al ídolo agitando sus brazos. 

Fanáticas enloquecidas lo siguieron en un remis, se le pusieron en paralelo y vociferaron. El músico volvió a asomarse. “Qué Charly ni Charly”, les dijo. El camino hasta el Ferrourbanístico fue movido, muy al estilo Charly.

Dueño de un estilo único, Charly cantó en la FNS. En la foto, junto a María Gabriela Epumer.

Unas 15 mil personas eufóricas lo esperaban con ansias. Súper puntual, a las 23 comenzaron a sonar los primeros acordes de ‘Cerca de la Revolución”, para delirio de los fanáticos. “Hola San Juan, tierra del sol, del vino y de Say No More”, dijo para presentarse, como si hiciera falta. Sin embargo, las cosas no salieron como todos esperaban, ya que las fallas en el sonido fueron notorias, especialmente durante la primera parte del show.

Como era de esperarse, esto enfureció a García que arrojó micrófonos, soportes e instrumentos a sus asistentes para implorarles, a su manera, que solucionaran el inconveniente. Aún así, interpretó temas como ‘Promesas sobre el bidet’, ‘Pedro trabaja en el cine’, ‘Funky’ y ‘Rezo por vos’, entre otros. Antes de retirarse del escenario, muy enojado pateó una guitarra.

Unas 15 mil almas vibraron al ritmo de la música.

La segunda parte del espectáculo fue mucho mejor.  Con el sonido a pedir de boca, jóvenes y no tanto, enloquecieron con 'La hija de la lágrima' y 'Cuchillos'. Un florero de plástico, un banquito y una tetera formaban ahora parte de la escenografía. Genio, extravagante, único, Charly logró a cada momento esa conexión que tiene con la gente que lo sigue desde siempre. Con algunos bises y tras dos horas de show, se bajó del escenario ungido por una gran ovación.

Pese a los inconveniente con el sonido, el show no defraudó.

Sin embargo, su noche en San Juan no terminaría ahí. El maestro tenía una sorpresa guardada. No era para todos. Sólo unos elegidos eran los destinatarios, afortunados que tuvieron la enorme suerte de estar en el lugar indicado, a la hora indicada. Es que luego del descomunal show que brindó en la FNS, se trasladó hasta un pub llamado Puerto Madero, ubicado en ese entonces sobre calle Mendoza entre San Luis y 25 de Mayo, frente al viejo edificio del Ministerio de Educación. 

Cuando llegó, ya entrada la madrugada, se bajó de la combi junto a sus músicos y comenzó una zapada íntima, ante la mirada de un centenar de personas que no salían de su asombro. Ubicados en mesitas, tomando cerveza y picando algo, disfrutaron de un evento que no olvidarán jamás. 

Charly junto a sus músicos, en Puerto Madero.

"Yo en esa época tenía una banda que se llamaba Zaire. Esa noche nos fuimos a ver el show que iba a dar en la FNS y no me acuerdo cómo llegó a mis oidos que Charly iba a ir a tocar a Puerto Madero, donde nosotros también solíamos tocar. Nos enteramos y nos fuimos antes que terminara el show. Cada vez que él iba a algún lugar se ponía a zapar sin ningún problema y ahí era cero divo, se bajaba del pedestal para estar con nosotros, con los comunes. La pasamos realmente muy bien. Fue una noche mágica", recordó Joe Torres, testigo privilegiado, en diálogo con DIARIO DE CUYO.  

"Se sentó y no se bajó más. Incluso tocó con el teclado de Lucio Flores, que también andaba por ahí. Estuvo un par de horas, fue una zapada bastante prolongada la que hizo el loco, como era Charly en esa época", agregó. 

Un centenar de personas lo escucharon tocar sobre la tarima de Puerto Madero.

Con una sillita de madera y mimbre colocada sobre una humilde tarima, instrumentos prestados y cajones de cerveza para sostener parlantes, el ex Sui Generis deleitó al puñado de sanjuaninos privilegiados que lo tuvieron mano a mano, ahí, cerquita, sin divismos ni pedidos exéntricos. Con mucho wisky de por medio y ganas de pasar una noche inolvidable, a puro rock. 

Cuando el trajín de la jornada comenzó a hacerse notar, Charly García se paró y con un “bueno, ya hemos compartido. Ahora nos vamos”, se fue y encaró nuevamente para el Alkazar, donde muy temprano había comenzado una larga jornada. 

Genio y figura.

DIARIO DE CUYO, testigo cercano del raid de Charly

Diego Castillo, periodista de DIAIRO DE CUYO, junto a Charly.

Haciéndose pasar por productor de Charly García, Diego Castillo, periodista de DIARIO DE CUYO, tuvo el privilegio de subir a la combi del músico y así lo recordó:

"‘No loco, no tengo otro, ¿querés este?‘, me preguntó Charly García blandiendo entre sus dedos de gancho el brazalete de Say No More que acababa de sacarle a su propio saco de cuero. Mi respuesta fue algo así: ‘mmmppssssooooobviooo‘. A ver, repito: Charly García, SU brazalete, ofrecía, a mí. Yo era un novato absoluto en el diario y estaba en el camarín cara a cara (o cara a pecho, porque me sacaba una cabeza de alto) con mi ídolo, mi referente, el Maestro.

Claro, debería aclarar que en ese momento él no tenía idea de que yo estaba allí para cubrir el show que estaba a punto de dar en la Fiesta del Sol ’99. García, fiel a su divismo, había exigido no ser molestado por ningún medio de comunicación. Así que cuando puse mi mejor cara de póker para colarme al camarín, grabador y libreta y birome acovachados en el fondo de la campera, y el patovica me preguntó qué hacía yo ahí, me sobrevino una lucidez inusitada: ‘Soy productor‘. Y se abrieron las aguas, y ahí entró este productor trucho, amparado por el guiño del productor real, impostando personaje y aguantando para no infartarme en los pantalones.

Fue así que terminé esa noche apoyado en la consola de sonido y viviendo literalmente desde adentro el recital encendidísimo de Charly, recibiendo la púa de su Rickenbacker como otro souvenir para toda la vida, dándoles indicaciones a los técnicos que me puteaban entre dientes (yo era ‘productor‘, recuerden) y paseando luego en combi con Mister García y compañía (la grandiosa Epumer por ejemplo) por el centro sanjuanino, disfrutando de un minirrecital íntimo ejecutado en un pianito de juguete y con las letras de sus canciones todas cambiadas en sorna por su propio autor.

La nota, obvio, fue una de las que más disfruté escribir en mi carrera. Y no fue mi último camuflaje, ya que también accedí a otros lado B siendo de golpe funcionario extranjero en la Cumbre del Mercosur, o guardaespaldas de CFK en Chimbas. Pero, casi veinte años después, sigo convencido de que lo de aquella noche con Charly es irrepetible. Lo juro por mi brazalete".

Fotos en Puerto Madero: cortesía de Ariel Carrizo.