Llegan contentos y no tienen ganas de irse. Dos veces por semana, el Centro Cultural Conte Grand se llena del ritmo y de las sonrisas de los pequeños que -en el marco de su programa de formación- asisten al taller de break dance, B-Boying o Breaking (como ha sido nombrado en diferentes épocas) que dicta Guillermo Fernández. Con ropa cómoda, algunos con el uniforme porque recién salieron del colegio, van probando cada paso y pose que se les indica, algunas nada sencillas por cierto. Una y otra vez hasta que llega la mirada individual del profe, aunque también se corrigen entre ellos. Por supuesto, como niños que son, también juegan. "Chicos, miren acá, atiendan, vamos que se nos va el tiempo", les llama la atención con calidez Guillermo, que no puede ocultar la sonrisa de satisfacción y hasta de asombro cuando ve bailar a sus pequeños discípulos con soltura y sello propio.

"¿Profe, cuándo vamos a hacer cypher?", insisten los niños. "Hoy no porque se han portado medio mal", dice Guillermo tratando de ponerse estricto, pero ni él se la cree y les termina dando el gusto. En general, eso sucede sobre el final de la clase, cuando arman el famoso círculo donde cada uno pasa al centro para improvisar (cypher), o las batallas (battles), en las que alternadamente los integrantes de uno y otro bando, enfrentados, se "retan" con sus movimientos, siempre al tiempo de la música. Es sin dudas la parte favorita de los peques, cuando pueden bailar y dar rienda suelta a todo lo que aprendieron, la que piden desde el arranque. Pero saben que para descollar en esa instancia hace falta todo el proceso anterior, clase a clase. Así se cocinan los admirados y desafiantes "freezes", esas poses donde quedan como "congelados" durante unos segundos; y los no menos complicados "powermoves", que requieren de gran destreza; ninguno recomendable para cuerpos anquilosados. "Backspins" (giros sobre la espalda) y "swipes" (giros con el cuerpo paralelo al suelo, apoyado en manos y/o pies) son algunos de esos movimientos típicos de este baile urbano o callejero, que nació en los '70 en los barrios neoyorkinos como Bronx y Brooklyn, y que es parte de la cultura Hip Hop.


Desinhibidos -más unos que otros-, los peques bailan de pie ("toprock", que servirá para hacer la entrada o presentación) y en el suelo ("downrock", donde están los "trucos" más efectistas), y arman sus propias variaciones (freestyle) ante la atenta mirada de sus compañeros, y de algún familiar que se quedó a esperarlos.


"¡Muy bien! ¡Perfecto!", alienta Guillermo, un "b-boy" que practicaba en los jardines del Conte Grand y cruzó las puertas del complejo, para transmitir lo que aprendió de manera autodidacta, como la mayoría.


"Yo venía a entrenar acá, en el pasto; me veían y a las autoridades del Conte Grand les gustó mi seriedad en lo que hacía y me dijeron si quería dar clase", comentó Guille, quien empezó a bailar hace 5 años. "Fue por una película, Step up 3. Ví que los locos estaban haciendo movimientos que nunca había visto, así que le pedí a mi vieja si me la podía conseguir. La vi mil veces, poniendo pausa, así empecé. Después vi un grupo de locos que bailaban en parque y dije 'Allá voy'. Y bueno, también viajo a otras provincias, donde permanentemente hay competencias", agregó el bailarín. "Yo antes jugaba al fútbol y me iba muy bien, pero por esas cosas de la vida no pude seguir, y bueno, la vida me mandó el break dance", explicó el instructor, aún admirado con los chicos. "Les gusta muchísimo, por ahí lo que hay que tener es un poco de paciencia obviamente, pero me gusta porque le ponen mucha fortaleza y mucha pila. A veces hasta sacan movimientos que no les he enseñado, que les nacen y eso está muy bueno", valoró.

 fotos: Marcos Urisa 

Todos los martes y jueves, de 18 a 19.30, los chicos se reúnen con su profe a practicar en el Centro Cultural Conte Grand (cuota $150, informes al 4201775).

Protagonistas
 

Martín (10)
Me gusta mucho, me gusta el ritmo, bailar. Algunas veces en mi casa, cuando estamos limpiando y ponen música, me pongo a bailar. Lo que más me cuesta es el freeze, que te quedás como estatua.


Isabella (11)
Vine al taller porque no tenía otras cosas para hacer y estaba aburrida. Me puse ver videos y me gustó el break dance, y quise venir. Lo que más me gusta es bailar, hacer los pasos y jugar con los chicos.


Abril (11)
Me gusta mucho porque aprendo nuevas cosas y además me gusta el ritmo. Es divertido aprender cosas nuevas porque es como que le podés mostrar a tus amigos y para ellos es como "guau".


Mila (8)
Cuando lo vi me gustó, lo lindo es que siempre aprendés pasos nuevos. Me gusta mucho bailar y me gustan esos pasos donde te ponés de cabeza, aunque cuesta un poco aprenderlos.


Ivo (11)
Me gustan los pasos, los nuevos movimientos que nos van enseñando, la música, la danza, todo. Además es bueno porque te hacés amigos. En casa sí bailo, pero con mis amigos no tanto.