El libro que el fallecido Roberto Gómez Bolaños escribió sobre su personaje más entrañable y que lleva como título 'El diario del Chavo del 8' data de 1995. Sin embargo, las narraciones en primera persona del muchacho que entretuvo e hizo reflexionar a varias generaciones desde la tele volvió a ser noticia a raíz de una de sus reflexiones, ligada al espíritu de estas fiestas: 'Al pie del árbol había muchos paquetes envueltos con papeles de colores. Eran regalos que el señor Barriga había llevado para todos. ¡Y hasta había uno para mí! Era un cochecito de plástico, muchisisísimo más bonito que los que hago yo con cajas de cartón. Pero ese cochecito no me duró mucho tiempo, porque al día siguiente se lo regalé al hijo de la portera de la vecindad. Es que el hijo de la portera es un niño pobre', dice. Y así se sacudieron el polvo otras historias, desde sus oscuros días en el orfanato hasta su llegada a la 'bonita vecindad', algunas muy reveladoras. Y para los más curiosos, el libro se puede descargar de internet (en PDF).  

Su nombre  


Todo el mundo lo conoce como 'El Chavo' (manera coloquial de nombrar a un niño en México) y 'del 8' porque era la casilla que habitó; pero el famoso personaje tiene nombre: Rodolfo Pietro Filiberto Raffaelo Guglielmi (curiosamente, el nombre real del "latin lover' Rodolfo Valentino!). En un capítulo donde Don Ramón se lo pregunta y él dice 'Filiberto', casi inaudible. ¡¿Feli qué?! le grita el padre de la Chilindrina. Atemorizado, responde 'Chente' (su amigo del orfelinato que murió).  
 
 
Sus padres 


'Yo antes pensaba que nunca había tenido un papá -dice el libro-. Pero luego mis amigos me explicaron que eso no era posible; que todos los que nacen es porque antes su papá se acostó con su mamá. Lo que pasó fue que yo no conocí a mi papá. O sea que nomás se acostó y se fue. A mi mamá sí la conocí, pero nomás tantito. Como ella tenía que trabajar, todos los días me llevaba a una casa que se llamaba guardería y ahí me la pasaba yo hasta que mi mamá regresaba después a recogerme. Lo malo era que la pobre llegaba muy cansada de tanto trabajar, y cuando decía que iba a recoger a su hijo le preguntaban: ¿Cuál es?, y ella respondía: No sé, uno de ésos, y entonces le daban el niño que tenían más a la mano, y claro que no siempre le daban el mismo niño. O sea que lo más seguro es que yo no sea yo'. 
 
 

El barril  


'No es cierto eso de que yo vivo dentro de un barril, como han dicho algunos. Lo que pasa es que yo me meto al barril cuando no quiero que los demás se den cuenta de que estoy llorando. Y también cuando yo no tengo ganas de ver a los demás. O cuando tengo muchas cosas en qué pensar'. 


 La vecindad 


'Un día iba yo por otra calle que no conocía, cuando empezó a llover mucho. Entonces me metí a una vecindad. Y desde entonces he vivido ahí. Primero me quedé en la vivienda número 8, en la cual vivía una señora muy viejita, la cual me dijo que yo le recordaba a un nieto que ella había tenido. A esta viejita del 8 le temblaban muchísimo las manos, por lo cual no podía hacer muchas cosas. Por eso yo la ayudaba. (...) Un día llegué a la vivienda y me di cuenta de que ya no le temblaban las manos; y toda ella estaba quietecita, quietecita. Creo que la enterraron al día siguiente. Pero poco después llegó otra persona a ocupar la vivienda número 8, por lo que yo me tuve que salir de ahí. Sin embargo, como ya tenía muchos amigos en la vecindad, un día me invitaban a que darme a dormir en una casa y otro día en otra. Y así hasta la fecha'.