"Para mí las vacaciones son un adaptarse al encuentro con uno mismo, donde se deja el ruido de la mundanidad de lado (problemas, compromisos y hasta objetivos y sueños que llevan una inversión de energía). En este tiempo, se deja todo en stand by. Lo interesante es que uno se reencuentra con pequeñas cosas: lo atemporal que hace, extrañamente, que los días parezcan más largos y la sonrisa más frecuente, al igual que la alegría, cosa que en la cotidianidad es imposible. Es un encuentro con la familia, los hijos, otro tipo de charlas, una conexión con esos estados de contemplación y quietud curativos para el alma. Se suma la armonía con el lugar elegido: en mi caso, el mar, ya que como hombre que vive al pie de la precordillera, elijo lo opuesto, el llano, la línea de horizonte, la línea eterna, un goce pleno".