“Si fuera por mí, estaría las 24 horas adentro de la cama”, dice Nazarena Vélez. La actriz y productora comparte la cuarentena con sus hijos Barbie y Thiago, su yerno Lucas Rodríguez, y su actual pareja, Santiago Caamaño. Y confiesa que no le cuesta nada pasar tiempo en su casa, aunque esta situación la mantiene en estado de alerta. “Las personas que sufrimos pérdidas muy shockeantes, como fue lo de mi hermana y lo de Fabi (por Fabián Rodríguez), tenemos todo el tiempo la sensación de que algo malo va a pasar”, reflexiona.

Preocupada por su profesión y consciente de que la industria del espectáculo será una de las más golpeadas en esta crisis, Nazarena considera que “el año ya está perdido” y busca la manera de rebuscárselas subiendo contenido a sus redes. “Con el canje vas zafando un montón de cosas”, dice entusiasmada y haciéndole frente, como nadie mejor que ella lo sabe hacer, a las adversidades de la vida.

—Pasaste momentos muy difíciles. ¿Existe un aprendizaje de saber que uno lo supera y vuelve a sonreír?

—No lo superás: uno aprende a vivir con eso. Internamente sentís que es una amputación, la sensación de que te arrancaron un brazo. No se puede hacer nada, hay que seguir. Hace poco fue el aniversario de lo de mi hermana: no la dejo de tener nunca en la cabeza, no puedo creer que hayan pasado diez años. Ese dolor en algún lugar lo tenés y lo sentís. La pandemia me hace pensar constantemente en mi mamá de 67 años, que tiene melanoma. La tengo muy lejos, en Puerto Madryn. Trato de no salir y de no ver. Soy muy consciente y hago todo lo que se tiene que hacer, pero es una sensación acá en el pecho constante...

—¿Tu terapeuta ayuda?

—No le estoy dando demasiada bola. Hace poco tuve que hacer un llamado de: “Por favor, necesito”. Cuando murió mi hermana estaba embarazada de Thiago y, más allá de la guardia periodística que estaba en la puerta de mi casa constantemente, me tenía quedar en la cama porque podía perder el embarazo. Cuando pasó lo de Fabián, también me quedé mucho adentro, el tiempo que pude no trabajar, porque a los dos meses tuve que salir. Entonces, lo que hablábamos con mi terapeuta es que esto me remonta a ese momento.

—¿La casa es tu refugio?

—Si fuera por mí estaría las 24 horas adentro de la cama. Esta cuarentena la estoy pasando con Barbie, con su pareja y con Thiago. Los hijos te levantan de la cama sí o sí, pero si no, es un grave peligro. Esto me pasa a mí, y hay millones y millones de personas a las que les deben pasar cosas muchísimo más graves, que en este momento no tienen para comer o que tienen un familiar con esta puta enfermedad o con otra, y no los pueden ir a visitar. Es una locura no poder acercarte.

—También la estás pasando con Santiago, ¿no?

—Sí, con mi pareja. El único que me falta es el Chino (su hijo mayor), que está en la casa de un amigo que tiene un estudio de grabación y aprovecha para hacer música.

—¿Hablás todos los días?

—No me atiende todos los días (risas), pero hablamos un montón y nos mensajeamos todos los días.

—¿Cómo están los cinco en casa? ¿Cómo se organizan?

—Súper bien, Barbie es un amorcito. Hace cuatro años que no vivía con ella, pero cuando pasó esto me dijo: “Mami, la quiero ir a pasar con vos”. Aparte mi casa es más grande y tiene la posibilidad de tener un parque, y yo, feliz de la vida. Nosotras nos encargamos mucho de todo lo que es la limpieza y un poco la cocina. Los hombres colaboran mucho, no los dejo entrar con las zapatillas después de jugar al fútbol, y ellos se encargan de la comida.

—¿Los horarios cómo están? ¿A qué hora te levantas? ¿A qué hora te dormís?

—¡Un quilombo! Trato de meterme en la cama tipo dos de la mañana, pero termino durmiéndome a las cinco o seis. A la noche, el bocho me hace tu, tu, tu, tu. El tema laboral... Vivo ciento por ciento del teatro y esto da para mucho tiempo. Eso me tiene la cabeza de productora…

—Vos productora, Santi actor. ¿Cómo se están organizando?

—Él empezó una dieta rigurosa y está recuperando sus abdominales que le hice perder con toda la cerveza que tomó durante este año conmigo (risas), y dice que cuando esto termine empezará a trabajar de modelo otra vez. Estoy manejándome mucho con las redes, pero está tan difícil. Agradezco ser muy cuidadosa con el dinero. El ser mamá desde los 19 años me hizo serlo. Vengo de una temporada de San Rafael donde no fue brillante pero estuvo bien. Estoy viviendo de los pocos ahorros que tengo, y se van terminando. Nuestro rubro, lo que es el teatro, no creo que hasta fin de año pueda retomar. Este año ya está perdido.

—¿Qué te quedás haciendo despierta hasta la madrugada?

—Hago el canal de YouTube, me quedo pensando y me pongo con las redes. Tengo más de un millón y medio de seguidores en Instagram, y dos millones y medio en Twitter; tiene que servir para algo.

—¿Lográs monetizarlo?

—Hago el famoso trueque, el canje; eso te va zafando un montón de cosas. Me mandan todo lo que te puedas imaginar. Las marcas también están paradas y quieren publicidad para poder vender, al menos, por delivery.

—¿Barbie colabora?

—Barbie es lo más del mundo. No sólo colabora con la casa, también va al supermercado. Me enojo porque somos cinco y está todo carísimo. Cuando va al supermercado con su pareja, vienen con compras enormes y nos peleamos porque le quiero dar la plata. Además, colabora mucho con Thiago, que está en cuarto grado y están mandando tarea que no entiendo nada de nada. Es chino básico para mí y ella hace todo. Es una genia. Hoy se levantó a las ocho de la mañana y tuvieron una charla con las maestras.

—¿Cómo se lleva Thiago con esta modalidad de colegio online?

—Es muy consciente también, con sus 9 años, de que se tiene que cuidar. Lo entendió muy rápido. Al principio empezó con que “van a venir mis compañeritos” o “quiero ir a pasarlo en la casa de…". Y le dije: “¡¿Qué?! No entendiste nada, lindo, no son vacaciones”. Y ahí empezó a ver un par de cosas. Es muy consciente y copado. Hay que colocarlo un poquito con los horarios porque a veces son las dos de la mañana y piensa que, como los grandes seguimos despiertos, él tiene que seguir. Hay que enderezarlo un poquito, pero es un amor.

—¿Hace cuánto está en pareja Barbie?

—Tres hermosos años. Lucas le devolvió la sonrisa. Más allá de lo bomba y diosa que es, había perdido su seguridad por distintas cuestiones que son de público conocimiento. Hoy es una mujer feliz, segura, tranquila, y Lucas tiene mucho que ver con eso.

—Y vos, ¿cuánto tiempo ya con Santiago?

—Un año y tres meses, aproximadamente.

—El sexo en cuarentena, ¿cómo es?

—¡Una cagada! Tengo todos los pibes acá (risas). Así que nos la arreglamos como podemos. En un momento me agarró el chifle y lo rajé: “¡Volvete a Avellaneda!”, le dije y él se quedó: “¿A esta loca qué le pasó?”. No tenía nada que ver, me la agarré con él. Me enojo y me desenojo enseguida. Uno tiene días positivos y días... Disfruto mucho de mi soledad, y en este momento ninguno puede estar solo. Por eso, mucho sexo está complicado con todos acá, soy sumamente cuidadosa en eso.

—¿Nunca ninguno te encontró?

—Jamás. Te diría que hasta tengo un pire: la puerta tiene que estar cerrada y trabada, tiene que haber música. A Barbie la tuve a los 19, desde muy pendeja soy muy consciente. En mi casa nunca anduve en bolas, siempre en pijama, y ahora convivimos con el novio de mi hija. ¡Me llega a agarrar uno de mis hijos y me muero! Me hago la muerta.

—¿Cómo es el vínculo Lucas, Santiago, Thiago y, sobre todo, Lucas y Santiago?

—Maravilloso. Lucas tiene una luz increíble. Siendo el hijo de Fabián, son casi íntimos amigos. Es una persona muy dulce, bien predispuesta y ama profundamente a Thiago, y ve que Thiago y Santiago tienen una relación hermosa. Titi (Thiago) hace seis años que no tiene a su papá y, por primera vez, en esta cuarentena empezó a jugar al fútbol. Luqui y Santi, entre los dos, lo llevaron a eso.

—Lucas ocupó distintos roles en tu vida y en tu familia, podría haber sido difícil la integración.

—Santiago sabe lo importante que es Lucas para mí, y lo que es y fue Fabián en mi vida. Es el padre de mi hijo. Antes tenía toda mi casa llena de fotos, pero actualmente hay fotos de Fabián con su hijo y se vive con naturalidad. Santiago es un hombre maravilloso. No daba ni dos pesos por él, pensaba: “Este es un boludo que debe estar con las claras de huevo todo el día, haciéndose el musculito, tipo Johnny Bravo". Pero no, es un copado, un chico de barrio. Perdió a sus papás cuando era muy joven, la luchó un montón. Él se ganó el corazón de Lucas.

—¿Qué es lo que más extrañas, lo primero que vas a hacer cuando se termine esta cuarentena?

—¡Los pelos! ¡Tengo que ir a la peluquería! Tengo cortinas que ya no sé de dónde están agarradas y con 45 años ya se empiezan a ver las canitas. No sé qué ponerme (risas), tengo miedo de hacerme un quilombo. Después, te repito, no me cuesta estar adentro de mi casa. Lo primero importante que voy a hacer es ir a ver a mis viejos. Los extraño, te hablo y tengo ganas de llorar... De hecho, estoy haciendo Tik Tok con la voz de mi mamá, con los mensajes que me deja, y los subo a mi Instagram. Todo esto me hizo dar cuenta de cuánto uno llora a los muertos y no…

—No disfruta a los vivos.

—Sí, no disfruto a mis viejos, ni a mis otros cuatro hermanos, que son increíbles. Estos días que no los puedo ir a ver me digo: “Por favor, nena, avivate”. Me sirvió para arraigarme mucho más a las personas que tanto amo y me hacen tanta falta.